Terminar este año no renueva, entre muchos de nosotros, esa sensación familiar de la misión cumplida y las nuevas perspectivas por explorar luego del breve receso que marca el cambio del calendario.
Nos encontramos estresados y angustiados al punto de preguntarnos si algo anda realmente mal con nuestro estado de ánimo y, sí, nuestra salud mental. Hasta que el ejercicio introspectivo se interrumpe con un nuevo vídeo de Ricardo Belmont que clama sobre la mentirosa conspiración del COVID a la entrada del Casimiro Ulloa. Y ahí concluimos que nosotros podemos estar más o menos, pero muchos otros ya están hasta las patas.
Según el presidente del Royal College de Psiquiatría del Reino Unido, Adrian James, la pandemia representa la más grande amenaza a la salud mental desde la segunda guerra mundial, y su impacto podrá sentirse muchos años más.
La combinación de la enfermedad, sus consecuencias sociales y la caída económica tiene un profundo efecto que irá bastante más allá de la epidemia.
Se estima que en ese país un porcentaje de quienes sufren enfermedades mentales pueden ver su situación sensiblemente deteriorada, además, por la falta de atención durante los meses de cuarentena. Otros tantos, hasta 10 millones de británicos incluidos 1.5 millones de niños, desarrollarán nuevas dolencias.
Nunca los servicios de salud mental han sido tan recurridos en el Reino Unido como ahora.
En ese sentido va otra investigación cuyos resultados fueron publicados hace pocos días en Estados Unidos. El portal News Medical Life Sciences describe que, asombrosamente, uno de cada cinco adultos ha desarrollado desórdenes mentales como consecuencia de la pandemia. Entre los más prevalentes figuran la morbilidad psiquiátrica -psicosis, trastornos neuróticos- y el desorden de estrés postraumático. Como cabía esperarse, los adultos infectados y recuperados conforman la población más proclive a desarrollar estas enfermedades. Pero le siguen los trabajadores del sector salud, adultos mayores y adultos en cuarentena.
Los estresores más corrientes son los asociados a la enfermedad. De hecho, un pequeño número de infectados han desarrollado severos síntomas psicóticos. Pero los problemas también se han disparado entre aquellos afectados por el desempleo y las pérdidas económicas.
El vecino de los gringos, Canadá, también ya produce data al respecto. Una encuesta recién dada a conocer por Ipsos en ese país revela que el 40% de canadienses han sufrido este año de pandemia de problemas de salud mental y adicción. Los números son comparativamente más preocupantes entre la población joven, de 18 a 34 años, que quienes están por encima de los 55 años. Esta última, paradójicamente, es la más vulnerable a la enfermedad en sí. Los efectos catastróficos de una vida y una economía en cuarentena han traído mayores consecuencias entre los más jóvenes.
A este muestrario hay que añadirle un fenómeno social nunca visto en la historia reciente, como el de sobrellevar el duelo por los que partieron en circunstancias tan dramáticas e inapropiadas para las costumbres humanas.
Son estudios y números de otros países que sin duda se reproducirán en el Perú. Más si se toma en cuenta el gigantesco impacto que hasta ahora tiene el coronavirus en el país. Aquí hablamos de presupuesto, orientación de los esfuerzos del sector salud y mucha solidaridad. Ojalá fuera un tema de la próxima campaña.