Los Partidos Políticos en el Perú se encuentran en extinción y las próximas elecciones del 2021 muy probablemente serán la sepultara de los pocos que quedan y que en algún momento llevaron adecuadamente el nombre de Partidos Políticos. Hoy existen, en una oferta muy colorida, Clubes Electorales, aquellas organizaciones inscritas formalmente como partidos pero que en cada proceso electoral venden su registro a cualquier líder político carente de organización, pero con ganas de postular y, reaparecen en las próximas elecciones con otros líderes o candidatos así tengan una tendencia política contraria a los anteriores.
El Perú tampoco ha sido históricamente un país con un sólido sistema de partidos, los pocos que hemos tenido, sobre todo los que nacieron el siglo pasado, han ido desapareciendo conforme desaparecían sus líderes de la escena nacional. En nuestra actual democracia quedan: el APRA creado en la década del 20 en pleno gobierno de Leguía, AP creado en la década del 50 durante el gobierno de Odría y el PPC creado en la década del 60 luego de una escisión de la Democracia Cristiana. La Izquierda Comunista y Socialista caracterizada por su atávico divisionismo hasta ahora es un archipiélago de partidos diminutos que ni siquiera tienen registro. Este “Sistema de partidos peruano” existió hasta la década de los 80. La década de los 90 y el triunfo de Fujimori con Cambio 90 inaugura el actual Sistema de Clubes Electorales. Nadie quiere reconocerse, claro está, como tal. Tampoco los politólogos y políticos se atreven a reconocer esa realidad que avanza inexorablemente en nuestro Perú a puro parche de la normativa de ese desfasado sistema político.
El Fujimorismo instaló incluso, durante los 90, la práctica de crear un nuevo partido para cada proceso electoral: Cambio 90, Nueva Mayoría en 1992, Vamos Vecino en 1996, Perú 2000, Alianza para el Futuro el 2006, Fuerza 2011 que se convirtió en Fuerza popular el 2016. El mismo cambio de envoltura para cada elección hace difícil rastrear signos distintivos de verdaderos partidos, en cambio, sí resalta su personalismo y pragmatismo como tal. En los 90 se creó también Somos Perú como una escisión del PPC, en su origen fue un partido muy limeño que se convirtió en un partido municipal a nivel nacional y luego de la muerte de su líder principal hoy es un “vientre de alquiler”. También se creo UPP que luego de la única participación de su fundador Javier Pérez de Cuellar en 1995 se transformó también en otro vientre de alquiler. Aparecieron otros membretes en esta década que tuvieron fugaz existencia. En todos los casos puede advertirse, además, otro rasgo distintivo: todos los nombres constituyen más ideas de marca o slogans que la referencia a una ideología o ideario político. Ya estábamos ante la muerte de las ideologías y el Perú era una de sus mejores expresiones.
Los Clubes Electorales creados como partidos en las dos últimas décadas continuaron con esa misma practica de postular y desaparecer, de sobrevivir vendiéndose a un líder que les salvo la inscripción y de constituirse mas en marcas, frases, slogans o incluso hasta denominarse por un color. De las 24 agrupaciones existentes hoy en el Registro de Organizaciones Políticas del JNE prácticamente el 80% tienen esos rasgos y características. Estos días parecen haberse cerrado las listas de jales y refuerzos para las elecciones del 2021 y, como en el futbol, hoy esos jales pueden ser tan impensados y sorprendentes porque pueden venir del acérrimo rival. Ya no hay rubor, ni para el jale ni para el club electoral. Todavía el ciudadano puede sorprenderse un tiempo, pero al calor de la campaña seguro lo asumirá.
Este Sistema de Clubes Electorales, también desde los 90, inauguró otra práctica que fue extendiéndose de lo local a lo regional y nacional, el constante cambio de camiseta o de un partido a otro de los candidatos en cada elección. Muchas veces hemos visto que la mayoría de sus candidatos eran invitados sin militancia o como jales de otros partidos. El Perú ha institucionalizando el oficio de ser candidato sin importar la agrupación, la ideología o el ideario; cada vez más, la presentación de propuestas fue remplazada por la presentación de los candidatos. Las ideas desaparecieron a costa de las figuras y las propuestas a costa de las imágenes. La política y las elecciones ya no es cuestión de contenido sino de sus envolturas. La política ya no es labor de convencimiento sino de marketing. Los clubes electores a diferencia de los partidos políticos no procuran la hegemonía sino su posicionamiento en el mercado electoral. El Plan de Gobierno ha cedido su importancia al manual de identidad. Los Partidos ya no buscan la representación sino la captación de clientes para el día del voto nada más. El soberano, ha perdido su condición ciudadana y es visto sólo como un consumidor o cliente para el día del voto.
La exposición mediática de los candidatos en cada elección y la práctica de que se puede llegar al “poder” sin ser militante de ningún partido permitió además que aparezcan innumerables personas sin vocación por la política sino con otros intereses mas de corte personal en los partidos, en las campañas, en las candidaturas y en los cargos electos. La política se ha privatizado, el bien común dejó su espacio al bienestar de un grupo o al bienestar individual. La crisis de la política rápidamente fue seguida de una crisis de los partidos, como consecuencia de ambas tenemos la actual crisis de representación y todas ellas hoy expresan una crisis de legitimidad de nuestro régimen político. Los clubes electorales a diferencia de los partidos no son medios de representación política, ellos son empresas de compra y venta de candidatos.
Nuestros representantes electos ya no representan doctrinas, idearios o ideologías, ni siquiera a los partidos que les permitieron su candidatura; se representan a ellos mismos o a los grupos de poder que impulsaron su candidatura. Ya el bien común o el interés nacional como prioridad ha sido difuminado. La política hoy es una práctica electoral de Clubes Electorales. Los partidos mas organizados puedes ser maquinarias electorales y los mas pequeños y novatos posibles vientres de alquiler. La política y los partidos se han mercantilizado, su producto son sus candidatos mas que sus propuestas y sus líderes. Los dueños de los partidos hacen su gran negocio alquilando su inscripción o vendiendo cupos para los candidatos. Los procesos electorales locales, regionales o nacionales son las cumbres de su negocio.
Es duro decirlo, duele, pero ya es hora de reconocer, que poco o nada vamos avanzar si queremos regular a estos Clubes Electorales en reformas políticas con modelos del pasado, en pretender fortalecer o reformar nuestro “sistema de partidos” desde la doctrina, en pretender mejorar nuestra legislación electoral pensado en partidos antes que en clubes electorales. Este Sistema de Clubes Electorales actual en el Perú hace ver a nuestra legislación de organizaciones políticas y legislación electoral como un zafarrancho electoral poco aplicable, parchado para cada elección y garante de casi nula capacidad de representación de las autoridades electas. Seguir esa misma ruta es la certeza establecida de que cada vez más las futuras autoridades electas carentes de representación y legitimidad además podrán ser peores que las anteriores. La indignación y sorpresa ciudadana todavía no tocaran fondo, el hueco negro de la crisis de representación es más profundo aun.
Enfrentar y corregir esta dura realidad, debe ser eje sustancial de la reforma política futura, de restablecer el bien común como eje esencial de los gobiernos, las elecciones y las autoridades. En el Perú podría ser mas adecuado regular estos clubes electorales como tales antes que como partidos que no lo son y ya no existen. Nuevamente mi esperanza está en la Generación del Bicentenario, en una nueva constitución que tenga su huella y en las autoridades que de ella provengan más que de las que ellos dejen o cedan. “Que su victoria sea nuestra gratitud”.