A fines del 2005 trabajaba con varios grupos de jóvenes en un programa de capacitación y desarrollo de competencias de liderazgo, era un trabajo altruista que tenía como propósito promover y cultivar valores como la honestidad, justicia, cultura, equidad y solidaridad, entre todos los participantes.
Este afán me dio la oportunidad de conversar con monseñor Luis Bambarén, él escuchó atentamente las razones de aquel emprendimiento y algunos detalles de las actividades que veníamos desarrollando un grupo de jóvenes entusiastas dispuestos a construir un Perú mejor, sin embargo, luego de entender lo que veníamos haciendo me dijo algo que quiero compartir con ustedes, no tengo las palabras exactas de aquella recomendación que me dio hace más de diez años pero el mensaje es totalmente claro y aplicable a estos tiempos.
─Está bien que los jóvenes se preocupen por cultivar valores en esta sociedad de constantes cambios, está bien que promuevan la honestidad, la justicia, la solidaridad, eso es muy bueno, pero hay un valor de gran importancia que debe ser el punto de partida del trabajo que vienen haciendo, me refiero al valor de la familia, que hoy en día se está viniendo a menos, te aconsejo que el punto de inicio del trabajo que vienen realizando sea la familia, que los jóvenes reconozcan que este valor es el que permitirá recuperar el tejido social que hoy sufre una grave infección como es la crisis de valores y la corrupción— me dijo monseñor Bambarén.
En los últimos días hemos sido testigos de eventos de gran importancia, no sólo por las revelaciones que la prensa ha hecho respecto de la corrupción en una de las 35 cortes de justicia del Perú, tampoco por la captura de once integrantes de esta banda delictiva que traficaba con la justicia para su beneficio e intereses particulares, sino, dos hechos relevantes que quiero destacar.
El primero tiene que ver con el discurso del presidente Martín Vizcarra, después de muchos años hemos escuchado un mensaje presidencial que recupera la esperanza de los peruanos, los anuncios de lucha frontal contra la corrupción, de la reforma del sistema de justicia, de la reforma del sistema político, de la realización de un referéndum que permita que todos los peruanos decidamos al respecto, que todos en las ánforas podamos decidir sobre la reelección de los congresistas, el retorno de la bicameralidad y seguramente importantes cambios en el sistema electoral, sin duda son una buena noticia.
Esto es un llamado a la acción de todos los peruanos, es una respuesta de parte del Presidente a las manifestaciones, marchas y expresiones de rechazo y hartazgo que tenemos frente a los responsables de dirigir las instituciones públicas y que han hecho de sus cargos sus parcelas de poder, de abuso y de traición a la responsabilidad que se les ha asignado.
Después de mucho tiempo hemos oído en el hemiciclo del congreso un discurso político, de esos que hacen tanta falta en un parlamento donde el insulto, el descaro y la ignorancia se confunden con la calaña de baja estofa que algunos indignos congresistas representan.
El segundo hecho que quiero destacar tiene que ver con lo sucedido en la gran parada militar, desde la caminata que inició el Presidente a la altura del hospital de la policía, acercándose a saludar a los peruanos apostados en los laterales de la avenida Brasil hasta aquel momento cuando se inició el desfile con agrupaciones artísticas que, con sus danzas y trajes regionales, rendían homenaje a nuestra patria.
Allí en el estrado de honor vimos un sillón vacío, el sillón presidencial rodeado de todos aquellos que hoy la ciudadanía mira con desconfianza, aquellos políticos y magistrados, incluso uniformados y religiosos, que capitalizan la desesperanza, que representan el descrédito y el debilitamiento de las instituciones, muchos de ellos responsables de la crisis de gobernabilidad que padecemos, por ser protagonistas o por su incapacidad de resolver esta triste realidad que sufrimos todos los peruanos.
Mientras que al lado, en la tribuna de invitados, el presidente Vizcarra sentado con su esposa, sus hijos y su nieto daban un segundo mensaje a la Nación, ese gesto que rompe el protocolo demuestra que por encima de la política que tenemos está la familia, están los hijos, los nietos; es entonces un llamado a la familia donde tenemos que iniciar la reconstrucción de nuestra patria.
Este llamado a la acción de todos los peruanos que hace el Presidente tiene dos pilares esenciales que tenemos que reforzar. La democracia y la gobernabilidad del Perú necesita apoyarse en estos pilares para levantarse y empezar a convertirse en el nuevo Perú que todos merecemos.
El primer pilar es la familia, como me dijo alguna vez monseñor Bambarén, y esto es tarea de todos, este es el trabajo de reconstrucción y recuperación del tejido social que nos toca a nosotros, es en la familia donde debemos promover los valores tan escasos como la solidaridad, la honestidad y el respeto; y el segundo pilar es la participación ciudadana en la toma de decisiones para reformar la justicia y la política, por eso, debemos estar vigilantes frente a lo que decidirá este congreso de marras, debemos alzar nuestra voz, gritar y hacernos sentir con la fuerza necesaria para que el congreso no impida el referéndum que, sin duda, hará que el cambio sea más rápido y más justo; que esto sea el inicio de la gobernanza que debemos alcanzar en un país tan rico por la cultura y los recursos que tenemos, pero a la vez tan pobre por las capacidades de aquellos hombres y mujeres que llegan al poder sin tener las mínimas condiciones intelectuales, éticas y morales para ejercerlo.