Sólo la educación vencerá a la violencia

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Foto: Universidad del Rosario

La semana que pasó un joven de 14 años fue brutalmente golpeado por diez alumnos de la misma escuela donde estudia, el menor salió del colegio Miguel Grau de Ñaña, cuando fue alcanzado por estudiantes de cuarto grado de secundaria ―un año mayor que él― para golpearlo hasta dejarlo inconsciente, su madre Margot Arroyo contó que su hijo tiene graves lesiones en la mandíbula y que se encuentra internado en el hospital Guillermo Almenara de la Victoria.

En imágenes registradas por los mismos escolares se puede notar claramente la agresión, el abuso del que fue víctima, y también la indolencia de los demás que prefieren registrar la golpiza con su celular en lugar de impedir el cobarde ataque.

Este caso es uno de tantos que a diario se cometen en el Perú, donde el más fuerte, el más avezado, el atrevido, termina usando su fuerza en contra de otra persona en clara desventaja, una cultura de violencia que se repite a cada minuto en las calles, en los colegios, en los hogares, en el trabajo, en el transporte, incluso en los hospitales, las comisarías y otros centros de atención al ciudadano.

Agresiones que se hacen con las manos, con los puños, con armas de fuego o armas blancas y hasta con una comba, agresiones que se vierten con insultos, humillaciones, discriminaciones y desprecios; todo esto forma parte de la contaminación social que padecemos, como si viviéramos en una jungla donde el más violento prevalece sobre el resto.

En medio de esta convulsión social están creciendo nuestros hijos, pequeños que miran con atención y aprenden de lo que sucede a su alrededor, testigos mudos por el asombro ante los golpes y los gritos que dejan sus huellas en el alma y en la conciencia de nuestros niños que no terminan de entender el porqué de todo esto.

Cada año en las calles arrebatan más de dos millones y medio de celulares, cada año en las pistas se registran más de 100 mil accidentes de tránsito, cada año en el Perú tenemos más de 3 millones de peruanos víctimas de la violencia registrados en comisarías y hospitales, cada año más de cinco mil familias entierran a sus muertos pidiéndoles a Dios alguna explicación por aquellas trágicas muertes que tienen como autor a un delincuente, un agresor o un irresponsable.

Estas cifras de la violencia son las consecuencias de un sistema educativo que se basa en la competencia del uno contra el otro, donde el que saca la mejor nota es el blanco de agresiones, por chancón, por creído, por sabelotodo; donde el que resulta elegido para la escolta o la selección de algún deporte en el colegio termina siendo el foco de la envidia de los aspirantes a dichos puestos, el estudiante agredido que refiero al inicio es un testimonio de esto. Es una víctima más de este sistema educativo que alimenta la competencia y sólo se enfoca en el éxito, donde el 20 es el número de la excelencia y el 10 o menos son los números del fracaso y el desprecio, lo demás es conformismo o mediocridad.

Este es el mundo de nuestros hijos, claro, de aquellos que van a la escuela, que tienen maestros de matemáticas, comunicación, ciencia y tecnología, historia o personal social, otro idioma, algún deporte y con mucha suerte arte, música u otro taller que les enseñe alguna habilidad manual, todo esto se evalúa bimestralmente, hasta que llega fin de año y se reconoce a los de mejores calificaciones y solo se promueve de año al resto; así es cada año, hasta que acaban el colegio y luego la universidad, el instituto o simplemente a conseguir un empleo, sin importar que sea informal, ilegal o abusivo, lo importante es ganar plata para subsistir, para tener de comer, para tener una casa, tener un auto, tener un negocio, tener cómo vivir bien y mejor, tener, tener, tener,… esto es el progreso, el tan anhelado éxito.

Mientras que el valor de la familia, el respeto, la honestidad, la libertad, la solidaridad, la justicia, la ética y el bien común se hacen cada vez más escasos, mientras el mundo evoluciona y tiende a promover el desarrollo humano a través del desarrollo del talento, aquí en el Perú seguimos pensando en cómo sacarle la vuelta a la norma para obtener el mayor provecho, el plagiar en la escuela para sacar mejor nota es convertirse en un prospecto de funcionario corrupto que hará lo que sea por obtener dinero y poder, para tener más para él a costas del resto.

El presidente Vizcarra ha dicho que en estos tres años hará mucho más que lo que lograron los gobiernos anteriores y el Ministro de Educación dijo que en el nuevo currículo escolar de educación básica incorporará mecanismos para combatir la violencia, el acoso y la corrupción. Entonces, significa que van a priorizar la educación y replantear el modelo que tenemos, donde la formación de las nuevas generaciones nos involucre a todos, a padres, hijos, maestros, escuelas, medios de comunicación, sociedad civil, autoridades, hasta las iglesias; porque la principal línea de acción debe estar orientada hacia la construcción de una nueva cultura de valores para garantizar la formación de buenos ciudadanos, de hombres y mujeres con talento.

Si no empezamos de una vez a trabajar en un nuevo modelo educativo en el Perú seguiremos siendo víctimas de la violencia, si no empezamos de una vez a trabajar para crear conciencia y recuperar el tejido social mediante una cultura de valores seguiremos condenados a sufrir las consecuencias del peor mal que puede afectar a cualquier sociedad: la crisis de valores.

Tenemos que cambiar el modelo de educación que promueve la cultura del “tener”, por una nueva ruta que nos conduzca a la formación de “buenas personas” al servicio de sus familias, de la sociedad y de la Nación.

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