Cuánta indignación nos causó ver la noticia del ataque de un ser trastornado a una mujer en un bus. ¡¿Rociarle combustible e incinerarla?!¿Qué pasa por la mente de estas personas? ¿Qué podemos hacer como sociedad para prevenir esta violencia? ¿Hasta dónde vamos a llegar?
Es cierto que el componente personal, genético, social y cultural define conductas, pero más cierto es comprender que el inicio de la vida de un ser humano va de la mano de los padres o adultos que los crían.
Un individuo criado en un contexto familiar armónico, donde se vive en respeto por las diferencias de pensamiento, donde se vive fortaleciendo valores, donde se convive con amor, solidaridad y buscando el bienestar de todos los integrantes de la familia, va a ser un ciudadano de bien. Mientras que aquel niño en el cual el contexto familiar lo agrede, insulta, ofende, lastima, no permite un desarrollo afectivo saludable, crecerá con muchas carencias, principalmente morales, que en el futuro desencadenará en actos como el que estamos lamentando hoy.
Qué importante es la mirada adulta en el desarrollo de los niños en el hogar. Qué importante es ser conscientes que los adultos somos responsables del espacio de desarrollo del niño, ya sea saludable o contaminante. Padres y maestros tenemos la obligación de ir detectando conductas que no son apropiadas en cualquier etapa del desarrollo y que darán luces de posibles trastornos a edades mayores. La violencia se va observando desde pequeños; la ira, la frustración, la poca o nula templanza.
Estamos siendo testigos de acoso de individuos con trastornos de la personalidad, deambulando por nuestras calles. La pregunta es ¿No tiene familia? ¿Una madre, hermano, familiar que haya notado conductas que llamen su atención en algún momento? ¿Cómo podemos evitar esto?
Siendo conscientes de nuestra responsabilidad como seres humanos de preservar las vidas (propias y ajenas), no cerrar los ojos a las enfermedades mentales y buscar apoyo terapéutico. Dejar que estas personas sigan con una vida aparentemente normal , escondiéndose en el silencio de la noche o en callejuelas virtuales acechando nuestras vidas y las de nuestras familias es otro crimen.
Y mientras nuestras autoridades solo usan su tiempo en descubrir falsos títulos profesionales de congresistas cara duras que se llenan los bolsillos de dinero del pueblo que debería ser usado en programas de salud mental por ejemplo, seguiremos rogando a todos los santos nos protejan.