Los nuevos vientos siempre traen esperanza. Esperamos que esta vez sí se implemente la Gestión de Riesgo de Desastres en el Perú.
Para no repetirnos. En artículos anteriores desde este Blog tratamos el tema, desde señalar que “sin prevención… siempre habrá reconstrucción”, que necesitamos una política pública de gestión de riesgo de desastres, una política pública de prevención, hasta una política pública de reasentamiento no solo post desastre, sino sobre todo preventivo de aquellas poblaciones asentadas en zonas de riesgo, que en nuestro país, lamentablemente, son muchas.
Nos preguntamos en varios artículos si ¿Es política pública que damnificados habiten carpas por más de siete meses sin una atención que los proteja?, si ¿Es política pública esperar el próximo periodo de lluvias para “reaccionar”? ¿O esperar un sismo ―esperemos que no― para reasentar las viviendas destruidas por haber estado asentadas en zona de riesgo?
¿Qué pensarán esas familias que oyen hablar de presupuestos inimaginables que no ven reflejado en ellos?… Que debieron ser atendidos con oportunidad ya hace al menos la mitad del tiempo transcurrido.
Se sabe, por sentido común, que cualquier proceso de recuperación conlleva una demora para hacerlo bien, sobre todo, cuando no hay política de prevención.
Son tres los momentos claramente definidos para atender este tipo de emergencia. El primer momento es inmediato. Rescatar vidas, acoger con carpas y refugios provisionales. Pero esta etapa no puede durar más de dos a tres meses.
Cuando se sepa quiénes se tendrán que reubicar y quienes volverán a sus lugares después de reconstruidos, estaremos en el tercer momento, pero sabemos también que reasentar y reconstruir tomará al menos un año.
Entonces queda claro que es el segundo momento al que más se le debe prestar atención, porque no se puede dejar a la población damnificada un año o más en carpas, sin servicios esenciales, sin colegios, sin atención de salud (fumigación, vacunas, disposición de residuos urbanos, etc.) y sin las condiciones básicas para que las familias puedan seguir generando sus propios recursos.
Se requiere una solución temporal que durará aproximadamente un año, y que debe permitir que esas familias no solo tengan donde dormir, sino recibir atenciones esenciales, albergues estructurados, no carpas amontonadas por doquier, incluso facilitando la atención del Estado. De este segundo momento, depende que no se genere desesperanza en la población damnificada.
Hoy hay nuevos vientos, una gran oportunidad para tener al fin una política de Estado que proteja al ciudadano en cada parte del país, con instituciones permanentes y permanentemente articuladas con todos los niveles de gobierno, que se hagan cargo de una buena vez de la Gestión de riesgos de desastres, con labores sostenidas de prevención.
Una nueva oportunidad para entender, que el foco de una reconstrucción son las personas y no reducir el proceso a sembrar cemento. Se necesita reconstruir ―ante todo― la calidad de vida de las familias damnificadas.