Se busca ministros para viaje peligroso

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Foto: El Confidencial

El 8 de agosto de 1914 partió de Londres el Endurance con 28 tripulantes, el Irlandes Ernest Shackleton era el primer comandante de la embarcación que partió del Puerto de Plymouth con el propósito de navegar 2900 kilómetros sobre el mar más peligroso del planeta para atravesar la Antártida, uno de los desafíos más grandes e increíbles en la historia de la navegación en el mundo.

Para conformar su tripulación, Schackleton publicó un anuncio en un diario que decía: “Se buscan hombres para viaje peligroso. Sueldo bajo, frío extremo. Largos meses de oscuridad absoluta. Peligro constante. No se asegura retorno con vida. Honor y reconocimiento en caso de éxito”, a pesar de las claras condiciones del aviso, se presentaron más de 5 mil postulantes, fueron seleccionados sólo 27, entre ellos Frank Hurley, el fotógrafo que registró toda la travesía.

En un inicio el propósito fue atravesar la Antártida, sin embargo, en el camino el clima les fue totalmente adverso al punto que las embarcaciones fueron destruidas por el hielo, entonces el propósito de Shackleton cambió, utilizando uno de los botes salvavidas se empeñó en salvar la vida de sus 27 tripulantes, la expedición fracasó pero salvó la vida de aquellos hombres que aceptaron seguirlo en la travesía más extrema a cambio de honor y reconocimiento.

Una historia real que tiene mucha relación con lo que sucede en este tiempo en el Perú, la expedición que también podemos llamar Endurance o resistencia partió con tres embarcaciones el 28 de julio de 2016: el Ejecutivo, Legislativo y Justicia; el destino era llevar consigo la democracia sana y salva al 2021, la travesía estaba liderada por PPK y sus ministros, y llevaba en su nave los recursos necesarios para alcanzar la meta, sin embargo, desde la partida se encontró con un clima adverso y hostil, además de las contra olas que el Legislativo se empeñó en hacerlas de manera soterrada e incluso perversa.

El asedio constante del Legislativo lo obligó a parar en un pequeño puerto donde resultó arrinconado y obligado a dejar el mando de la expedición, ya luego la justicia se encargaría de hacer el resto, las malas decisiones de PPK y parte de su círculo más cercano habían facilitado el desembarco.

Pero la expedición tiene que continuar, entonces había que suceder en el cargo al nuevo líder de la expedición que tuvo que darles el alcance luego del ostracismo al que fue sometido hace siete meses, aunque muchos deseaban su declinación a la responsabilidad, desafío y sacrificio que significa retomar el mando, Vizcarra aceptó el reto con valentía y decidió retomar el viaje, pero antes, entendió que necesitaba consigo un nuevo equipo de hombres y mujeres dispuestos a viajar con él para asegurar que la democracia llegue sana y salva al 2021.

Es aquí donde estamos en el Perú, en un pequeño puerto ―vicioso y pendenciero, parafraseando a Ricardo Palma― que sirvió de parada para el relevo y para hacerse de un nuevo equipo que dirija el Ejecutivo, el plazo que queda para la convocatoria de los nuevos ministros es de siete días, aunque es seguro que muchos personajes ya se acercaron a él ofertándose y mostrándose adulones, esperemos que no se deje sorprender por estos viejos lobos disfrazados de ovejas, lo que necesita el presidente Vizcarra es un equipo con experiencia en gestión pública, de trayectoria destacada y meritoria en sus funciones, honesto y con valores, y sobre todo, con verdadera vocación de servicio.

El país necesita de una nueva generación de servidores públicos que entiendan que el ejercicio del poder no es una oportunidad para ganar fama, dinero y placer, porque el puesto que asumirán muy pronto casi linda con el desprestigio, mala paga y una burocracia perversa, acostumbrada al 10 por ciento, ¡así es la nuez!, como dijo un futuro exministro. Se necesita nuevos servidores públicos que sanen esta burocracia plagada de hombres rastreros que ocupan puestos de confianza para traficar influencias, ofrecer puestos de trabajo a cambio de favores o simplemente para engordar sus asquerosos bolsillos con la plata negra de la corrupción que muchos empresarios, grandes, medianos y pequeños, pagan sin el mayor remordimiento, convencidos de que el Perú es primero pero para enriquecerse ellos.

Además de la limpieza y renovación que tiene que hacer en su embarcación, también tendrá que enfrentar otro reto, deberá llegar al 2021 al lado de un legislativo que ha demostrado ser el peor de todos los tiempos, un legislativo que ahora padece de una conspiración interna a fuego abierto, una pugna por el poder que corroe todos los estamentos de este barco canallesco y paquidermo, dirigido por un hombre que se hizo de la banda presidencial por más tiempo de lo que le tomó el momento de la ceremonia protocolar de juramentación de quien ya era el nuevo presidente peruano, el verdadero dueño del fajín usurpado por la ambición del capitán de la embarcación que no garantiza llegar al 2021 con buen tiempo, y mucho menos con la tripulación que lleva consigo, llena de mediocres, tartufos y orates mercaderes de las leyes, la fiscalización y la representación de sus electores, salvo muy pocas excepciones.

Y más atrás, a paso lento, rengando, recargado de expedientes, construido con una madera que huele a obsoleto, guardado, revejido, con pocos ojos y menos manos dispuestas a coger el remo para acelerar el paso, allá atrás viene el barco de la justicia, reclamando recursos y más beneficios, renegando de protocolos y manuales del siglo pasado que según ellos son los culpables de su caminar lento, un barco que parece guiarse por una estrella más que por el buen juicio, y recogiendo a los caídos de los dos barcos que le llevan la delantera para mostrarlos como los trofeos de las tareas que les corresponde en esta expedición.

Ese es el escenario de la travesía del Perú rumbo al bicentenario, esperemos que los nuevos convocados sean conscientes de esto, porque como dice el anuncio de Shackleton: Se busca ministros para un viaje peligroso. Sueldo bajo, frío extremo. Largos meses de oscuridad absoluta. Peligro constante. No se asegura retorno con vida. Honor y reconocimiento en caso de éxito.

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