El feminismo en el Día Internacional de la Mujer

0
Foto: De10

Aunque el movimiento feminista ya tiene relativamente buen tiempo de iniciado, los logros siguen siendo lentos para la aspiración no sólo de muchas mujeres, sino para el resto de la humanidad que anhela un mundo equitativo en toda su extensión. Como el año pasado, este Día Internacional de la Mujer también se plantea una jornada de lucha, bajo la forma de huelga general de mujeres en más de 50 países del mundo. Las reivindicaciones son muchas tanto en las sociedades mayormente desarrolladas como en las menos desarrolladas. Ciertamente, en estas últimas, que son las que más nos preocupan no sólo por el escaso avance para reconocer la necesidad de paridad de derechos entre los géneros, sino porque las condiciones materiales de existencia o la situación socioeconómica induce al retroceso en lo que aparentemente pudieron convertirse en al menos una toma de conciencia respecto a que la mujer no es un objeto de uso y disfrute carnal, ni un instrumento doméstico para la vida familiar. Este pensamiento, guiado por las arraigadas posturas machistas, es altamente dañino para el desarrollo de nuestras sociedades puesto que anula un sector importante —nada menos que al 50% de la población— impidiéndole asumir un rol activo en base a sus propias capacidades y potencialidades que, ciertamente, difieren de aquellas que posee el rol masculino.

Nadie ignora que ambos géneros humanos son biológicamente diferentes. Pero esa diferencia somática, en nuestros tiempos, no debe ser más un motivo de segregación, discriminación y violencia contra uno de los géneros: la mujer. No es admisible que en estos tiempos de desarrollo tecnológico y digital, todavía ocurra que cada dos minutos se cometa un feminicidio o la violación de una mujer (o niña). Psicológicamente, el hombre no es más hombre si domina a la mujer. Todo lo contrario, pues revela su propia debilidad para coadyuvar en convertir a la mujer en una potente fuerza transformadora, en el complemento ineludible de sus propias habilidades, en una relación de asociación productiva y generadora de logros superiores. Con esa “debilidad” sólo demuestra que “necesita” ratificar una dudosa virilidad pues no tiene otro camino para ponerlo en evidencia. El patriarcado y el machismo son productos obsoletos que toda sociedad que se precie de civilizada debiera erradicar de raíz en todos los terrenos de la actividad humana.

Si colocáramos las premisas antes mencionadas en una relación directa y sencilla en el plano interpersonal, cabe formularse la pregunta de si es posible que un sujeto con fuertes tendencias machistas: ¿Puede valorar a su propia madre? La respuesta desde luego es no. Y ¿qué significado puede tener menospreciar a su propia madre? La cultura asiática tiene un precepto muy claro al respecto: “quien no es capaz de reconocer su propio origen, no es capaz tampoco de perdurar”. Perdurar significa prolongarse en el tiempo, dejar una huella o un legado a las siguientes generaciones y rendir asimismo homenaje a los antepasados. Si así ocurriera, la esposa, la hija, la hermana y la amiga en general también serán respetadas y valoradas. Pero, he aquí también una gran deficiencia en nuestras sociedades que pugnan por desarrollarse. Y es que también “hay mujeres machistas”. Aquellas que aceptan la dependencia y los favores del género masculino, aquellas que educan a sus hijos a ser machistas, aquellas que esperan “casarse para ser mantenidas”.

En consecuencia, el reto de superar tanto el patriarcado como el machismo para alcanzar una sociedad equitativa en la relación de géneros es enorme y constituye un compromiso que todos debemos asumir a conciencia si queremos que el hombre y la mujer están colocados en una ecuación de paridad para garantizar el desarrollo de todos aquellos que conformamos una sociedad civilizada.

¡Participa del debate! Deja tu comentario

Por favor, ingrese su comentario
Por favor ingrese su nombre aquí