Se busca: «Nuevos líderes políticos»

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Foto: Caraota Digital

― ¿Viste las portadas de los diarios?― le preguntó Javier a Pablo, su viejo amigo, mostrándole un diario con la relación de los montos que Barata habría entregado a los candidatos presidenciales, ambos estaban sentados en una mesa al lado de la mía, cada viernes se encuentran muy temprano en el café de dos de mayo, en San Isidro, para conversar y es casi imposible dejar de oír sus diálogos.

― Sí, es terrible lo que está pasando en el país, aquí ya no se puede confiar en nadie, ahora todos son unos vendidos―le respondió, con el ceño fruncido.

― Estamos viviendo en un país que pareciera que ha retrocedido en el tiempo, los políticos de ahora ya no son como los de antes, ya no tienen ideales sino intereses― dijo Javier y luego tomó un sorbo de café.

― Mira en lo que nos estamos convirtiendo, resulta que ahora son los empresarios corruptos los que ponen y sacan presidentes, y luego se hacen los arrepentidos y denuncian a todos a cambio de impunidad.

― Encima exigen que les dejen seguir trabajando en el país, con el cuento de que su salida creará desempleo y afectará la economía.

― Y el gobierno les hace caso, además de haberlos favorecido con obras sobrevaluadas, encima los deja seguir ganando muchos millones a cuestas de nuestro trabajo, como dice mi hijo, los políticos se han convertido en accionistas de los empresarios corruptos del país y nos están llevando al fracaso.

― Mira a la Confiep, prestándose para la cochinada, lo único que les importa es tener el control del gobierno de turno para que puedan seguir enriqueciéndose indebidamente, a cambio de obras paralizadas, mal hechas, abandonadas― dijo Javier ―a cambio de leyes para ellos, para que sigan haciendo negocios con la salud de la gente, sino, mira la ley de la alimentación saludable, hasta ahora el congreso sigue ayudándolos, y nuestros nietos siguen comiendo chatarra sin advertencia alguna, ¡son unos sinvergüenzas!― replicó Pablo.

Diálogos como este son el pan de cada día, en un país donde la informalidad es parte de la cultura, donde la pendejada, la criollada, la metida de carro, la zampada en la cola, la adulteración de las balanzas, el billete para la gaseosita, el sencillo para agilizar el trámite, es sinónimo de ser mejor, de “saberla hacer”, en tanto que los otros, los que quieren respetar las normas, los que no pagan coimas, los que respetan la luz roja de madrugada, los que cruzan las calles por las esquinas son los “cojinovas”.

Javier y Pablo son las voces de aquellos que aún se dan el tiempo para analizar la realidad y discutir sobre ella, son las voces de aquellos que todavía distinguen el bien del mal, sin relativizarlos de acuerdo a su conveniencia, no son analistas políticos ni líderes de opinión, solo un par de amigos mayores que llevan consigo el recuerdo de aquellos grandes hombres que contribuyeron a la buena historia del país, y también tienen el vivo recuerdo de aquellos miserables que hicieron lo contrario en nuestra patria, muchos de ellos aún vigentes en la vida política de estos tiempos aciagos.

Ahora no vivimos la terrible época del terrorismo, con bombas que detonaban en cualquier calle, en cualquier momento, épocas en las que caminábamos atentos a cualquier peligro, casi listos a reaccionar frente a la mínima amenaza, esos tiempos ya pasaron, felizmente. Pero ahora vivimos un tiempo de similar peligro, donde la indiferencia, la falta de respeto, el egoísmo, la lujuria, la envidia, la mentira, la ambición, la traición, la delincuencia, y otros males se han convertido en los cartuchos que dinamitan el honor y la dignidad de los peruanos.

Tiempos en los que un policía siembra con droga a un joven intervenido, donde nos venden leche que no es leche, donde instituciones como APDAYC cobran a los peruanos lo que les da la gana, donde un juez absuelve al salvaje agresor de una mujer porque no se materializó el feminicidio a pesar de que todos vimos el brutal ataque por video, tiempos de muchas muertes en carreteras, de jóvenes que pierden la vida en centros de rehabilitación y no pasa nada, o ajustes de cuenta en Challapalca, el penal de máxima seguridad donde aparece muerto un delincuente, y tampoco pasa nada, total, como dicen varios, “son delincuentes, deben matarlos a todos”, y frases como esta se repiten tantas veces, incluso en boca de “ilustres personajes” de nuestra época que se muestran abanderados de la pena de muerte en un país donde la justicia es tan injusta, y a la vez se muestran misericordiosos con la libertad del chino que inoculó el peor cáncer que afecta nuestro tejido social, la crisis de valores que hoy padecemos.

Necesitamos con urgencia una nueva comunidad de líderes con valores, con ideales, que estén dispuestos a sacudir la mesa, a tirar a la basura lo que está infestado de esta crisis de valores, nuevos políticos dispuestos a sacrificarse para construir un Perú con valor real, nuevos líderes que no hipotequen sus propósitos de acuerdo a la chequera de los empresarios.

Nuevos jóvenes con la obligación de refundar la política en el Perú, dispuestos a reformar el sistema, la Constitución e incluso los poderes del Estado. Un reto similar al que enfrentó Ernest Shackleton y su tripulación de 28 hombres al intentar cruzar la Antártida en 1914, una misión imposible que nació de un aviso en el periódico que decía: “Se buscan hombres. Para viaje arriesgado. Poco sueldo. Mucho frío. Largos meses de oscuridad total. Peligro constante. Sin garantía de regreso. Honor y reconocimiento en caso de éxito”. Un aviso vigente en el Perú de hoy para reclutar a los nuevos líderes que necesitamos.

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