Las recientes declaraciones del ex representante de Odebrecht en el Perú, Jorge Barata, sobre el aporte que la constructora brasilera habría realizado a –prácticamente― todos los bandos políticos (¿o sería más adecuado decir “bandas políticas”?) del país, pone en serios aprietos a quienes hoy dirigen y lideran estos movimientos.
Lo más interesante es que estos enfrentarán en unos meses más una contienda electoral, donde mediremos en la cancha el verdadero impacto que tiene Lava Jato en la popularidad, credibilidad y posicionamiento de partidos, movimientos y líderes políticos en el Perú.
Será necesario, pues, luego de este terremoto político ocasionado por las declaraciones del colaborador eficaz de la Justicia brasilera, que los políticos inicien una reingeniería inmediata en sus organizaciones; en especial, aquellas mencionadas directamente por Barata.
Será el momento, por cierto, para que los no mencionados aprovechen la ocasión y construyan sobre los escombros de los líderes demolidos por la palabra de Barata. Y ello significará desde replantear estrategias de posicionamiento, reformular discursos políticos, e incluso poner nuevos rostros en la escena contemporánea para refrescar los de aquellos que no sepan demostrar su inocencia o justificar su extrema estupidez.
Nadie se creerá el cuento de que los líderes de turno en sus partidos desconocían por completo el origen de sus fondos de campaña. Eso funcionará para los tribunales. Pero la tribuna no es tonta, es confiada pero no estúpida. Sabe perfectamente diferenciar la verdadera “inocencia”.
Demás está decir que todos los mencionados deberán ponerse a disposición de la Justicia peruana para demostrar que lo que se dice de ellos es o no cierto. Demás está decir que aquellos que huyan demostrarán su culpabilidad inmediata. Demás está decir que estos procesos requieren paciencia y minuciosidad. Pero mientras esto ocurre, las fuerzas que promueven el desorden y la anarquía se mueven a sus anchas. ¿Cómo enfrentamos la anomia con instituciones públicas y políticas débiles y marcadas por el descrédito? He allí el dilema.
Si la clase política llevaba su propio ritmo de reforma interna, pues las declaraciones hechas por Barata ayer aceleran estos procesos. Más les vale estar listos para las jornadas que vienen. De otro modo estarán condenados a una extinción prematura de una clase política que no tiene recursos para reinventarse o innovar al interior de sus propias organizaciones.