Ayer jueves llegó al Perú el Papa Francisco en Visita Pastoral, la cual culminará el domingo 21 y se realiza a 30 años de la última y breve visita que nos hiciera el hoy Santo, Juan Pablo II, con ocasión del Congreso Eucarístico Mariano Bolivariano (duró 40 horas).
La Visita Pastoral, como se infiere de su nombre, es la que realiza el Pastor a su Rebaño; el Obispo, en este caso el Obispo de Roma, es decir el Papa, a la Iglesia Universal. En palabras del Apóstol Pablo (Hch. 15,36): “Vamos a visitar a los hermanos de cada población donde hemos anunciado la Palabra del Señor, a ver cómo se encuentran.”
La Visita Pastoral es, además, una muestra de “reconocimiento” y de especial “aprecio” del Papa Francisco al pueblo peruano, al que le demuestra que le interesa de forma muy especial. Viene a ver cómo estamos, qué necesitamos, llega para ponerse a nuestro lado, a oírnos y a hablarnos.
Ahora bien, esta Visita Pastoral del Papa Francisco mediáticamente ha adquirido dimensiones muy diversas, desde la estrictamente religiosa, a la económica, social y política. Permítase reflexionar respecto de la dimensión política.
Tras salvar la vacancia y luego de conceder el “indulto humanitario”, PPK y su plataforma mediática nos ha bombardeado con el término “reconciliación”. El primer suceso, la “vacancia” no tiene precedente en nuestra historia republicana reciente, marcó quizá el punto más álgido de nuestra crisis de convivencia política. El segundo suceso, el “indulto humanitario” llegó como un antídoto para salvar la crisis. La pregunta es ¿realmente ese antídoto alivió o provocó una reacción alérgica medicamentosa?
Cubierto por una casulla llamada “reconciliación”, se pretende hacernos tragar un perdón que llega sin sinceridad ni verdad. Trucho en formas y contenido, carente de explicaciones y rodeado de sombras. Hemos quedado entre el “por qué tanto odio” y el “no a la impunidad”. El Papa Francisco tomará partido por alguna de estas opciones, NO. Digo esto sin perjuicio de su innegable mensaje de solidaridad, unión y de concordia. Él no renunciará a su compromiso de buscar el bien común… pero será cauto en no inmiscuirse en asuntos de política interna, al menos en este tema no tendrá que pedir perdón, como seguro lo hará en el caso de los curas pederastas del Sodalicio.
En el último caso, el Papa Francisco no eludirá la acción de perdón que le asiste por esos infames crímenes cometidos por esos malos sacerdotes; lo singular en el caso peruano, es que el Sodalicio muy recientemente ha sido intervenido por el Vaticano y esa omisiva demora le resulta hoy muy criticable. Por otro lado, queda la situación de “acogimiento” de Figari en Italia, la cual viene generando que no haga frente a las investigaciones que en sede nacional sigue la fiscalía por esos crímenes. Pero ello tampoco le es achacable al Papa Francisco, sino a la inacción de nuestras autoridades judiciales y fiscales que no inician aún el respectivo trámite de extradición.
Resta tocar el asunto del costo en el cual ha incurrido el Estado para preparar la estancia del Papa Francisco en el Perú que, si el Estado es laico, que es un exceso, que hay cosas importantes, etc. etc. etc., todo eso queda de lado cuando se trata de una figura tan relevante y además de un Jefe de Estado (el Estado Vaticano). Por lo demás, no puede dejarse de mencionar que el Estado peruano está unido a la Iglesia Católica por lazos históricos que la propia Constitución reconoce y que se refuerzan en el Concordato Iglesia-Estado.
Dicho todo lo anterior, resta únicamente desear a su Santidad el Papa Francisco, una feliz estancia en el Perú y el logro de los propósitos que lo traen a nuestro país.