El viernes 3 de agosto del 2007 llegué temprano a mi trabajo, cuando escuché en RPP el reporte de la volcadura de un bus de la empresa CIVA con 62 pasajeros en el kilómetro 326 de la Panamericana Sur. Me llamó la atención porque el destino del bus era San Juan de Marcona, lugar donde crecí. En la radio informaban de quince cuerpos sin vida y, entre ellos, el de José García Benitez, ¡debe tratarse de un homónimo!, me decían mis compañeros de oficina al ver mi desesperación por tratar de saber si realmente era mi mejor amigo el que perdió la vida en la madrugada de ese viernes.
Aún recuerdo los momentos de desesperación y angustia que viví ese día, a los pocos minutos mi padre me confirmó la noticia, que resultó siendo peor cuando me dijo que Rosita, su hermana, también regresaba de Lima en el mismo bus. Ambos habían muerto en el accidente.
José y Rosa eran dos comerciantes prósperos de Marcona, ambos tenían sus puestos en el único mercado que hasta ahora existe en el puerto, todos los miércoles por la noche viajaban a Lima para comprar la mercadería que vendían los fines de semana, y el mismo jueves retornaban a Marcona, pero nunca viajaban juntos en el mismo bus como precaución por si sufrían algún accidente, sus ancianos padres siempre les dieron ese consejo. Sin embargo, la primera vez que abordan juntos el mismo bus, no pudieron llegar a su destino.
Rosa dejaba un hijo de menos de un año con Justo, uno de mis profesores de secundaria, y José dejaba desamparada a su hija que ese año terminaba el colegio con el sueño de estudiar derecho en Lima y tener un mejor futuro, solo unos días antes habíamos conversado en mi casa sobre los planes que él tenía para ella, y a los pocos días estaba viajando a Marcona para decirles adiós para siempre.
Cuando muere una persona muy querida por el pueblo el dolor se hace más grande, cuando mi mejor amigo, aquél que tenía planes de ser alcalde, murió de una manera tan terrible, con su hermana al lado, y sin saber aún que pronto sería nuevamente padre, realmente me partió el alma, y me creó un dolor tan profundo que se instaló en el corazón y pervive a pesar del tiempo.
El entierro de los hermanos fue muy duro, sus amigos tuvimos que cavar sus tumbas, su hija me abrazaba en su dolor, Sixto, el administrador del cine Bahía, rezaba improvisadamente por sus almas, Elmo gritaba en medio del llanto ¡Colisa no te vayas!, ¡Colisa no te vayas!, Colisa era el sobrenombre con el que todos lo conocíamos. Todos lloramos juntos por el dolor de perder a dos personas sencillas, humildes, trabajadoras, con sueños como todos, sin grandezas ni riquezas pero de gran bondad en sus corazones como son la mayoría de peruanos que viajan en buses, en combis o en camiones para trabajar, para ver a los suyos, o simplemente para regresar a sus casas donde pasan los días y las noches de sus rutinarias vidas.
Han pasado más de diez años y esta historia se repite, lo que sucedió en Pasamayo es un testimonio macabro de lo que frecuentemente sucede en las pistas de nuestro país como si fuera una maldición que se cobra con vidas de gente como José y Rosa, peruanos que juegan a la ruleta rusa cada vez que se suben a una unidad de transporte de pasajeros. Solo en Pasamayo el 2016 murieron 66 personas, el 2017 murieron 46, y este inicio de año arrancó la vida de 52 personas en la misma vía que administra Norvial, la concesionaria desde el 2003.
El Ministro Bruno Giuffra dijo en el Congreso que “debemos tener choferes capacitados y que manejen las horas establecidas por el MTC[i]”, y es cierto, necesitamos que los choferes del Perú estén capacitados, pero las licencias las otorga el MTC, los que evalúan si los conductores están o no capacitados son los del MTC, entonces la responsabilidad para evitar que cualquier vehículo arrolle las vidas de más peruanos es gran parte del MTC, la única autoridad que tiene competencia para ello, la policía lo que hace es sancionar las consecuencias de los malos conductores al volante.
Lo que sucede en este país es que vivimos con muchas caretas que disfrazan la realidad de las cosas. Todos sabemos que las licencias se obtienen por las buenas o por las malas. Todos sabemos que la informalidad de las unidades de transporte es consecuencia de la mala reglamentación y de la indolente burocracia que en muchos casos tiene las uñas largas. Todos sabemos de los buses piratas, de las combis con licencias arregladas, de la impunidad que gozan los conductores que acumulan papeletas, que chocan, que atropellan, que insultan, que no respetan. Todos sabemos de los negociados en las comisarías para soslayar las inconductas y de los malos policías que estiran la mano a cambio de unos billetes para hacerse de la vista gorda. Todos sabemos del negocio de las revisiones técnicas que no cumplen realmente la razón de su existencia, o del SOAT y otros seguros que se convierten en la disputa de las clínicas para hacerse de ellos sin casi tomar en cuenta realmente la salud e integridad de las víctimas.
Ese es el país en el que vivimos, donde el MTC gasta en una campaña que promueve la quejudez para que gritemos y protestemos cuando un chofer excede la velocidad permitida, como si eso realmente resolviera el problema. No, Ministro, es momento de asumir con determinación la responsabilidad que el Estado le otorga a su cartera para solucionar este problema que cada año se cobra la vida de cerca de 3 mil personas, que cada año golpea con sus fierros a más de 54 mil personas, ¡más de 100 mil accidentes de tránsito cada año!, esta es la verdadera cifra de la indolencia y la inacción frente a un problema de salud pública que no queremos ver o queremos justificar detrás de contratos y adendas, con barandas o sin barandas. Estoy convencido que esto depende de una decisión política valiente y firme para detener esta masacre sobre las carreteras del Perú de una vez por todas.
Mientras, seguiremos llorando a nuestros amigos muertos, seguiremos lamentando sus desgracias, y otros seguirán publicando sus selfies en el lugar de los hechos, o insultando al conductor sobreviviente en las redes sociales. Este es el país que tenemos.
[i] MTC: Ministerio de Transportes y Comunicaciones