Soy sanmarquino, antifujimorista y, para algunos conocidos, izquierdista. Leí, conocí y viví los 90, vi a Laura Bozzo denigrar la televisión nacional. Vi a Montesinos comprar medios y consciencias sin ruborizarse. Vi a un Presidente renunciar por fax. Luego confié (erróneamente) en Humala, en Toledo, y ahora en Pedro Pablo Kuczynski.
Muchas de mis decisiones electorales estuvieron marcadas por un antifujimorismo encarnado y, en ocasiones, radical. El proceso de vacancia, y las declaraciones de algunos congresistas de Fuerza Popular, me demostraron que el fujimorismo no había cambiado mucho. Pero también ampliaron mi visión de las cosas. No era solo el fujimorismo, era la clase política entera.
Probablemente, a estas horas, se haya decidido ya el indulto a Alberto Fujimori. Fue el precio a pagar para que el Presidente se mantuviera en el cargo. El precio de la institucionalidad, una institucionalidad endeble, corrupta todavía.
Lo que sigue es un agujero negro. Nadie sabe lo que realmente qué ocurrirá. Sabemos que habrá nuevo gabinete y que el fujimorismo está fragmentado. Probablemente estemos cerca de que se cierre el Congreso. Un Alberto Fujimori libre es un actor político formidable que habíamos guardado ya en la memoria.
No quiero explayarme en exceso. No marcharé contra el indulto. Esa marcha perdió sentido para mí hace un par de años. Toca ahora mirar para adelante, toca encontrar puntos de conexión con mis compatriotas fujimoristas, tomarnos un momento para dialogar y pensar qué haremos de cara a los enormes problemas de nuestro país.
¿Cómo haremos para reducir las brechas de educación, infraestructura, acceso y desarrollo económico que vivimos? ¿Cómo hacemos para que la corrupción no siga envileciendo todo nuestro panorama político?
Esta lucha no la ganarán los fujimoristas, ni tampoco los anti. Esas luchas confrontacionales y fraticidas lo único que consiguen es hacerle el juego al poder. El poder sigue negociando en nuestra cara, mientras nos matamos (políticamente) entre ciudadanos. Toca que nos empoderemos juntos. Toca elevar el nivel del debate. Toca SER CIUDADANOS, con todo lo que esa palabra implica.
No podemos cambiar el pasado, pero sí podemos construir el futuro.