La política es una de las actividades humanas más importantes. Pensadores universales como Aristóteles afirmaban que el “hombre es un animal político”, otros definían a la política como “el arte de gobernar” o “el arte de servir”. En realidad constituye un instrumento que da la posibilidad de resolver problemas y consolidar proyectos de desarrollo, en busca del bienestar social.
Por el hecho de ser un acto humano, está plagada de virtudes y defectos. Los defectos se imponen porque estamos inmersos en una sociedad cuyas instituciones son débiles, de allí que hacer política en el Perú constituye una de las actividades más sacrificadas y muchas veces envueltas en sospechas de corrupción con aires violentos. A pesar que hay personajes paradigmáticos como Fernando Belaunde Terry, Valentín Paniagua Corazao, Victor Raúl Haya De La Torre y José Carlos Mariátegui, que nos enseñaron que la política es una tarea noble, hay miles de peruanos de buenas costumbres que se alejan de ella.
Hacer política en el Perú es una actividad difícil, sobre todo cuando se hace orientado por los nobles ideales y las virtudes humanas más elevadas como la justicia, la libertad y la solidaridad. Trae intranquilidad a la familia y se pierde la privacidad. Al interior del partido político donde se milita surgen adversarios más feroces que los externos, que actúan sin límites en el ataque mordaz y alevoso, tejen historias y difaman con facilidad increíble. El escenario se vuelve más violento cuando se niega ingresar a su círculo vicioso y en “democracia” eres perseguido por sicarios y mercenarios que actúan motivados por trabajar en algún despacho congresal o por el estímulo económico venido de algún empresario educativo, hoy muy de moda por su participación activa en la manipulación y distorsión de la política. Estos manipuladores tienen pellejo de cerdo y capacidad para mimetizarse más ágil que un camaleón, para ello usan a sus socios que tienen en ciertos medios de comunicación.
Consideran peligroso para ellos y su círculo cercano a los que hacen política con principios. Sus actos son muy parecidos a la de alguna dictadura tercermundista, que critican con elocuencia. Hacen uso y gala de su fuerza para que los principales medios de comunicación lo silencien, procuran desaparecerlo del escenario político y ellos con actitud cínica reciclarse con cara de “yo no fui”. Buscan cerrarle el paso en el aspecto laboral con el objetivo de asfixiarlo económicamente.
Hay quienes actúan con espíritu feudal, en pleno siglo XXI creen que el apellido y la procedencia son importante para hacer política, para ellos si no se tiene apellido con tradición y eres provinciano, no hay lugar en la política nacional. Es un pecado enfrentarse a quienes se consideran herederos naturales de grandes líderes y más cuando se le gana el liderazgo en un alto cargo de la dirigencia partidaria. Anteponen el poder del dinero al del conocimiento y a las buenas costumbres, la mentira sobre la verdad, la vanidad sobre la humildad. Para ellos el tener solvencia moral, sensibilidad social y capacidad profesional es banal, no es primordial. Sienten felicidad y premian a los que les rinden pleitesía y son capaces de insultar y agredir en su nombre. Su pragmatismo reemplaza la praxis política que se sustenta en los principios éticos y morales. En épocas electorales las dádivas sustituyen a las ideas y a las propuestas de desarrollo. Descalifican al que no tiene dinero. Para hacer política en el Perú te exigen dinero sin importarles su procedencia. Al final los partidos políticos se han convertido en simples etiquetas.
Los “poderosos” se sustentan en la combinación del poder político, el dinero y acceso a los medios de comunicación. A esa fuerza oscura, “el político peruano no contaminado” tiene que enfrentar, esa fuerza tiene la capacidad de manejar y presionar a las instituciones del sistema electoral como el JNE y la ONPE, de ser necesario el sistema de justicia. ¿Qué hacer? ¿Arriar las banderas democráticas y las buenas costumbres? NO. Por coherencia debemos participar de manera activa, para impulsar la participación plena de la ciudadanía, usar los medios alternativos de comunicación, sentir los problemas de nuestra sociedad y plantear soluciones, ser diferentes y enarbolar la transparencia y la honestidad. Impulsar las reformas electorales y lograr que la juventud participe activamente sin vender su conciencia por unas cuantas monedas. Hacer política en el Perú es difícil, sin embargo urge participar en ella, así sintamos el aliento frio e inmundo de la codicia y la maledicencia en nuestra espalda. Sigamos a paso firme, con la fuerza de nuestro carácter hasta alcanzar el éxito e iluminemos a nuestra patria con la luz del amor, paz, fe y esperanza. ¡Adelante!