Se denomina “bono demográfico” al fenómeno en que la población en edad de trabajar y de producir es mayor que la dependiente, niños y ancianos.
Es la oportunidad que tiene un país de tener un mayor desarrollo económico producto de ese incremento en su potencial productivo. ¿A qué nos referimos? A que la mayor parte de la población se encuentra entre 20 y 65 años.
Estamos terminando el 2017 y la Corporación Andina de Fomento (CAF) nos dice que es probable que nuestro “bono demográfico” se termine el 2038. Esto con una generosa ampliación de 8 años.
Esta oportunidad natural se inició aproximadamente en 1970. Se calculó que alcanzaría hasta el 2030, cuando nuevamente la tasa de dependencia comience a incrementarse. Hace poco, el Banco Central de Reserva (BCR) señalaba la importancia de aprovechar esta oportunidad para lograr un desarrollo sostenible del país.
Y frente a esto, ¿qué hicimos como país, como Estado? ¿Cuál es el conjunto de políticas públicas prioritarias que se diseñaron para esto? Porque OJO, tan fenómeno natural es que no espera para que nos pongamos de acuerdo en que es vital hacer algo.
Este espacio regalado “naturalmente” debió promover la adopción de políticas públicas que incentiven de manera estructurada la inversión productiva, incrementen oportunidades de empleo y generen un gran esfuerzo por formalizar esa fuerza de trabajo que, día a día, se incorpora masivamente a nuestra economía. Pero que, lamentablemente, es mayoritariamente informal porque el Estado aún no es suficientemente capaz de hacer lo necesario para incorporar esa fuerza laboral y productiva.
Es verdad que los efectos los veremos en las próximas dos décadas. Pero también es cierto que esta ventana de oportunidad se comienza a cerrar ahora. Esperemos que dentro de 20 años no nos lamentemos sobre lo que pudimos hacer y no hicimos.
Queda poco tiempo, pero ¿no creen que aún se podría aprovechar este momento para ayudar a esa inmensa fuerza laboral, productiva, imaginativa, capaz de reaccionar más rápido que el paquidérmico Estado?
Esa fuerza que convierte ambulantes y demás comercios callejeros en galerías y en Gamarras. Esa rapidez para reaccionar e imaginar productos y formas de venta, atentos a producir y comercializar con oportunidad productos estacionales para el día de la Madre, Navidad y cuanta oportunidad se presente.
Basta ver la increíble producción de polos y demás vinculados a nuestra selección de futbol, que muchos señalaron como si se tratase de un fenómeno aislado. No es un fenómeno aislado. Hace mucho que lo vienen haciendo. Solo que esta vez le prestaron más atención y reconocieron su capacidad de aportar a la economía nacional. Es el Estado el que tiene que saber aproximarse a la población, saber interpretarla y ayudar a su proceso de formalización.
De nuevo. ¿No se podría aprovechar este momento para ayudar a esa inmensa fuerza laboral, productiva, dándole facilidades para que se desarrollen y puedan integrarse a la formalidad? Una formalidad lógica, racional, acorde con lo que se necesita. No con posturas inflexibles, que lo único que hacen es impedir que esa fuerza vital productiva se incorpore a la formalidad.