Recuerdo un trabalenguas de la niñez que bien podría adaptarse a la presente situación del Norte del país, donde muchas familias siguen viviendo en carpas hace más de siete meses.
“…El que lo desen-carpa-re primero, gran desen-carpa-dor será”
La verdad es que frente a la ausencia de una clara implementación de una política de prevención de riesgo de desastres y de reasentamientos poblacionales, no se ve una atención al tema con rostro humano.
¿Qué pensarán esas familias que oyen hablar de presupuestos inimaginables, pero no ven reflejado en él ninguna solución inmediata para ellos? Inmediata, que debió haberse atendido con oportunidad ya hace al menos la mitad del tiempo transcurrido, dando pronta solución, momentánea y de calidad humana.
Y es que se tiene que saber ─por sentido común─ que cualquier proceso de recuperación conlleva una demora para hacerlo bien. Ese no es el problema.
El problema es no haber atendido en paralelo a los miles de habitantes, dejándolos en carpas, módulos individuales que no llegan a cubrir ni el 50% necesario, sin acceso a servicios y/o hacinados en cuartos alquilados, unos y otros en casas de familiares.
Son tres los momentos claramente definidos para atender este tipo de emergencia. El primero que es inmediato, luego de rescatar vidas, es acoger con carpas y refugios provisionales, que fue cubierto por INDECI, Municipalidades y Gobiernos Regionales con cooperación de la Mesa Humanitaria, y reúne a todas las agencias de cooperación internacional y nacional. Esta atención es imprescindible para paliar la situación, pero no puede durar más de dos a tres meses, sin que esto no acarree nuevos problemas por falta de seguridad, salubridad y atenciones básicas de habitabilidad.
Cuando se sabe que se tendrá que reubicar y reasentar poblaciones completas y se requiere de estudios para hacerlo seriamente (ese será el tercer momento), se sabe de antemano que se tiene que dar una solución temporal, que durará aproximadamente un año y debe permitir que esas familias no solo tengan donde dormir, sino también donde converjan el resto de atenciones de salud, alimentación, servicios sanitarios, etc. Incluso, facilitando la atención del Estado y los organismos humanitarios. Se necesitan albergues que concentren a la población damnificada que se quedó sin vivienda. Este es el segundo momento. De él depende que no se genere desesperanza en la población damnificada.
Recuerdo el comentario de un miembro de las fuerzas armadas que decía que “ellos estaban preparados para hacer campamentos militares rápidamente”, donde se establece claramente desde el inicio las áreas de dormitorio, alimentaciones, servicios sanitarios, etc. ¿No se puede convocar esa experiencia? En este caso también podrían funcionar comedores y centros de salud para lo inmediato. Así hubiéramos evitado tener a la población dispersa, que siempre es más complicado, para vacunarla, fumigar, brindar alimentación a los niños y demás personas en riesgo.
No se hizo, pero aún es tiempo. No es tarde…