Sin duda alguna el Presidente de la Generalidad de Cataluña, Carles Puigdemont, se atragantó con «tanto independentismo», al extremo que luego de «proclamar la independencia» tuvo que «suspenderla» para negociar con el Estado Español.
Estos son tiempos de «ismos»: nacionalismos, autoritarismos, fundamentalismos y todos los que usted, amigo lector, quiera incluir. Al final, todos ellos convergen en características similares, vemos por ejemplo, que se atrincheran en los extremos, en posiciones irreductibles y negacionistas; y en intolerancias.
El «independentismo catalán» es muy antiguo, se persiguió muy duramente con Franco; se acrecentó con su caída y muerte (etapa preautonómica) y se consolidó con el advenimiento de la democracia.
El detalle: Durante la etapa del Exilio (1931-1979), el gobierno catalán estuvo siempre en manos de Esquerra Republicana; de las once legislaturas subsiguientes, incluida la actual —salvo la séptima y octava (2003-2009) que estuvieron en manos de los Socialistas—, en toda «Convergencia» ha gobernado.
Jordi Pujol en su momento, luego Mas y ahora Puigdemont, han sido los que han pujado con más fuerza por la independencia catalana y hay que reconocer que por poco lo logran.
¿Responsables? Principalmente el PSOE y el PP, quienes desde Madrid, entre Toros y Liga, y Cañas y Tapas (viendo España hacia dentro), gobernaron intermitentemente entre la bonanza y la crisis y nunca fueron capaces de calcular lo que se cocía en Barcelona.Como tampoco advirtieron el surgimiento de «Indignados», ni de «Podemos» ni de «Ciudadanos.»
Hoy «Efecto Cataluña» puede llegar al País Vasco, Andalucía (ya reclamada por el DAESH), Valencia e incluso Galicia, que son las cinco comunidades autonómicas con nacionalismos más marcados.
La participación «Del Constitucional» español ha sido determinante, pero no me queda claro que por mucho tiempo puedan seguir conteniendo por «vía constitucional» una voluntad que, al menos ahora, se muestra inquebrantable.
A esta hora se sabe que el Estado Español ha negado cualquier posibilidad de entrar en una «negociación» con la Generalidad de Cataluña, relativa al reconocimiento de la independencia.
En medio de esta tormenta, el joven Rey y Jefe del Estado Español, Felipe VI, actúa con la «prudencia» que caracterizó al otrora Felipe II.
OTROSÍ DIGO: A la hora que se envían estas cuartillas a los editores, se sabe que la Presidente del Consejo de Ministros, Sra. Mercedes Araóz, tras comparecer ante el Congreso de la República, ha obtenido por 83 votos a favor y 17 en contra, de un «cantado» Voto de Confianza que le concede la Investidura.
Cumplido el trámite reglamentario que comprendía la exposición de la Política General del Gobierno, el debate congresal y voto de la cuestión de confianza requerida —incluido el consabido maltrato de la Oposición—, ella obtuvo lo deseado; después de todo, este Congreso «en capilla» nunca se atrevería a negarle la Confianza y hacerse «jarakihry». Este hecho nos deja en evidencia que se empieza a recomponer un «equilibrio de poderes» absurdamente perdido por no utilizar a tiempo las herramientas constitucionales pertinentes, por no actuar con firmeza y por dejar que «gobiernen» quienes fueron derrotados en las urnas.
Nuevos aires soplan, toca elevar las velas, agarrar el timón con mano firme y conducir al país hacia El Progreso. Ya no nos podemos dar el lujo de perder un día más.