¡Basta ya a la violencia sobre ruedas!

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Foto: La República

El 13 de febrero de este año salí del trabajo en el Centro de Lima, alrededor de las ocho de la noche, era un lunes de agitado trabajo y lo único que quería era llegar a mi casa para descansar.

Como cada noche, manejaba por la av. Venezuela con rumbo al Callao, hasta que la luz roja del semáforo de la intersección con la av. Tingo María me obligó a detenerme en fila, mi auto estaba en el carril de la izquierda. De pronto miré el espejo retrovisor y de inmediato sentí un golpe muy duro en la parte posterior, con el impacto terminé trepándome sobre la vereda del lado izquierdo de la vía, felizmente no había nadie sobre ella, aún no entendía lo que sucedía, miré a la pista y una cúster de la empresa Grupo Holrex S.A. terminaba de impactar con tres vehículos más.

Es uno de esos episodios que sientes que dura una eternidad. Bajé de mi auto, estaba todo escuro, y un olor de fierros retorcidos y llanta quemada se grabó en mi memoria para siempre, la mitad de la maletera de mi auto estaba recogida como un acordeón, el parabrisas posterior destrozado, y al frente una mujer con 8 meses de embarazo no entendía lo sucedido, se agarraba de su timón al verse atrapada entre la cúster de placa Z3U-713 y el auto al que ella impactó.

Era otro vehículo con el parabrisas delantero roto en el lado del copiloto como consecuencia del golpe que se dio con un camión que transportaba un contenedor, y que siguió su camino sin ninguna preocupación cuando el semáforo cambió a luz verde.

Walter Donayre Manrique, chofer de la cúster, seguía sentado con la mirada perdida, mientras bajaban los pocos pasajeros que llevaba, uno de ellos se me acercó y me dijo: “se quedó dormido, por eso no paró, ya venía cabeceando, él tiene la culpa”, señalándolo, y luego, se perdió entre los curiosos que se asomaron al lugar.

Llegaron los bomberos a los pocos minutos, la mujer embarazada y una ocupante de la cúster fueron trasladadas a una clínica, y los que felizmente resultamos sin daños físicos fuimos a la comisaría Chacra Colorada, cerca del lugar del accidente.

Allí vivimos otro drama, entre la elaboración del parte, la denuncia policial, el dosaje etílico en otro lugar de pésimas condiciones de higiene, la inspección de los daños a los tres autos afectados, la indiferencia de los policías y la supuesta presencia del fiscal ―que nunca llegó― pero que decía que estaba en camino, nos dio las dos de la mañana.

Luego, el peritaje del auto, tantas veces tuvimos que ir a la comisaría para nuestras declaraciones, las largas esperas, y hasta ahora, no recibimos la citación del fiscal. En tanto, la reparación del auto a cuenta de cada uno porque nadie se hace responsable del accidente, el seguro La Positiva de la cúster dice que no cubre daños de terceros en su póliza, a pesar de que expresamente lo dice en la póliza N° 230105457-685. En fin, una historia que jamás debiera padecerla alguien.

Después de un episodio así es difícil volver a manejar, todo el tiempo estás en estado de alerta, con temor de que otra cúster te vuelva a impactar en las caóticas calles de Lima, una razón más para cambiar de trabajo y dejar el Centro de Lima, y desde entonces trato de evitar las avenidas de la muerte llenas de combis, taxistas, colectivos piratas y motociclistas imprudentes.

Sin embargo, en varios distritos de Lima, como San Miguel, se vive un drama infernal con las calles rotas, las obras avanzando a paso de tortuga, los semáforos mal programados e inexpertos trabajadores municipales que no tienen ni idea de cómo resolver los atolladeros en cada intersección.

Por eso las vías rápidas son una opción. Por ejemplo, el circuito de playas de la costa verde, sin embargo, nada podemos hacer ante la imprudencia que linda con el crimen de algunos conductores que usan las vías auxiliares para adelantar en las largas colas de las subidas de la playa, o de otros que no entienden que conducir un auto es llevar consigo una responsabilidad que incluye el bienestar de muchas personas.

Escribo esto porque el viernes que pasó, un imbécil en plena costa verde decidió pasarse intempestivamente del primer carril de la derecha hacia el tercer carril de la izquierda para voltear en U, yo estaba en el carril del centro y no tuve más remedio que frenar para no impactar con el auto atravesado en frente. Otro auto que venía detrás hizo lo mismo, sin embargo, un camión furgón de la empresa Dago Logistic S.A.C. conducido por José Romero Aguilar, de sólo 30 años con licencia A1, no reaccionó ni mantuvo la distancia suficiente para detenerse, y terminó chocando muy duro al auto detenido atrás del mío, y en consecuencia también me chocó.

Otra vez ese recuerdo de ver los vidrios rotos como escarcha recorriendo por el techo y el capot de mi auto, otra vez ese maldito olor de fierros retorcidos y llanta quemada, otra vez bajé de mi auto que logré estacionar en la berma derecha, otra vez un choque ocasionado por la imprudencia de los conductores, otras vez llegaron los bomberos y ayudaron al copiloto del camión que terminó atrapado por las piernas.

Llegó un policía motorizado, y después de cinco minutos se fue, otros dos policías motorizados pasaron sin inmutarse, sólo los bomberos ―como siempre― hicieron su trabajo en el lugar.

Nuevamente la comisaría, la denuncia, el dosaje etílico y la citación para declarar y pasar peritaje vehicular, salí de allí cerca de la media noche. Es penoso cómo trabajan los policías y el nivel de burocracia que significa sentar una denuncia, aparte de los 41 soles por el dosaje y 141 soles por el peritaje que tienes que pagar, para que al final no se determinen responsables del accidente ni de los daños ocasionados.

Esta impunidad debe pararse de una vez por todas, es el Estado el que tiene que encontrar una solución a este problema de salud pública. Cuántas vidas se pierden o terminan marcadas con una discapacidad como consecuencia de la imprudencia de los conductores que se vuelven asesinos en serie sobre las pistas. El chofer de la cúster, a los tres días, está nuevamente trasladando pasajeros por la av. Venezuela con el mismo vehículo, hasta hoy. No pasó absolutamente nada con él ni con la empresa. El fiscal a cargo sigue “investigando las causas del accidente”, esto es la ausencia del Estado y la legalidad, en un país que se torna cada día más violento.

Yo manejo hace 19 años, tuve un choque ―que yo ocasioné por imprudente― a los cuatro meses de tener mi primer auto, pero nunca me chocaron de la forma como me ha sucedido dos veces este año. Nunca he sentido el nivel de inseguridad que tengo ahora incluso dentro de mi propio vehículo. Es evidente el estrés que padecemos todos los que manejamos en las calles de este país donde el más pendejo es el que mete el carro, el que usa la vía auxiliar, el que se pasa la luz roja, el que insulta, el que finge que tiene cinturón de seguridad, el que maneja con la mano derecha y con la izquierda saca un cartel por su ventana que dice “Callao” o tiene un celular en la mano.

De una vez por todas tenemos que parar esto, autoridades locales, regionales y nacionales deben encontrar una rápida solución con el apoyo de la sociedad civil, o acaso los muertos por accidentes de tránsito valen menos que los que murieron por el terrorismo, acaso esto no es otra forma de sembrar terror en la sociedad peruana. ¡Basta ya a la violencia sobre ruedas en el Perú!

Dato: El sábado hablé con Miguel Guzmán, hermano del propietario de la empresa Dago Logistic, simplemente no aceptó la responsabilidad del choque que ocasionó su inexperto conductor. Dijo que él verá si lo despide o no, y los afectados que se frieguen por frenar bruscamente en una vía rápida. Duele el Perú una vez más.

 

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