La semana que termina ha estado plagada de episodios que nos han mantenido con las antenas de un lado a otro; sin embargo, un tema ha estado de “telón de fondo”. Me refiero al presunto indulto humanitario que concedería Pedro Pablo Kuczynski a Alberto Fujimori.
Algunos, que lo dan por hecho, llegaron incluso a afirmar que lo iba a dar a su regreso de Roma; otros han dicho que sería el día del partido contra Argentina; y, otros más conservadores, que sería antes de fin de año. Lo que casi ningún analista niega es que “ya estaría cocinado” y que ahora se mantiene a “fuego lento”.
«Los años que todo lo olvidan…” bien podría ser o no sé si lo es, el coro de un bolero de cantina porteña de algún lugar en medio del Caribe. Ello viene a cuento porque evoca en mí a una memoria dolorida que ha cubierto con duro callo las fechorías para dar cabida a mejores recuerdos. Algo así como el sentir de la amorosa madre que olvida todo lo malo y perdona a la “oveja negra” fruto de sus entrañas.
Pero ni esto es poesía ni Alberto Fujimori tiene madre para que lo perdone, eso le toca decidirlo ahora a Kuczynski. Ese Fujimori que sacó al país del foso donde nos dejó García. Sí (después de todo más al fondo ya no podíamos caer), que contribuyó de manera muy significativa a la pacificación. Sí, pero que nos robó a todos, violó derechos humanos de gente inocente, se burló de la justicia al evadirla fugándose del país y que nos ridiculizó internacionalmente cuando desde el Japón decidió candidatear a la Dieta Japonesa, también. Cada quien ponga y quite según recuerde, ame u odie.
Pero Pedro Pablo Kuczynski no es un ciudadano común, él posee constitucionalmente la facultad de otorgar o de denegar el indulto humanitario. Sin embargo, en el Estado Constitucional de Derecho en el cual “vivimos”, todos los actos de organismos y funcionarios públicos y, en especial, del Jefe del Estado, deben estar sometidos a la Constitución y demás normas legales vigentes.
Toca al señor presidente esperar primero que el indulto sea solicitado, luego verificar que los exámenes médicos indubitablemente indiquen que Alberto Fujimori Fujimori tiene una enfermedad terminal que lo conducirá inevitablemente a la muerte o que las condiciones carcelarias deprimirán su estado de salud hasta ocasionarla. Ahora bien, cumplidos estos requisitos legales, por cierto, ineludibles, toca hacer un examen en otro plano y, es en él donde el señor presidente deberá preguntarse: ¿Es necesario o no indultarlo? Después de todo hay centenares de solicitudes de indulto humanitario que no son atendidas y los peticionarios mueren en prisión.
Ahora bien, si resultase afirmativa la respuesta a la pregunta anterior y se considerase necesario indultarlo, toca preguntarse seguidamente: ¿Es idóneo el indulto humanitario para que salga de prisión o hay otras opciones? Ya se dijo antes que podría variarse la pena a un tipo de “arresto domiciliario”, “grilletes”, etc.
En fin, conocida la respuesta a la pregunta anterior, toca finalmente poner en la balanza la condena por los delitos cometidos versus el perdón a concederse. Si fuese el perdón sobre quien se incline la balanza, vendrá la libertad y será la historia quien juzgue finalmente esta decisión presidencial, irreversible, salvo probado fraude.