A lo largo de la historia de la humanidad, grandes filósofos y pensadores sociales le han prestado especial atención a la política, entre otras cosas, han dicho de ella que es el arte de gobernar. Sin embargo, hoy ha sido totalmente desprestigiada y distorsionada. Los peruanos no la consideran como una actividad de importancia en su vida cotidiana, se sienten muy alejados de ella.
Los peruanos perciben a los partidos políticos como islas que no se interesan en solucionar sus problemas, los ven como grandes estancos alejados de la realidad nacional, que solo se reúnen para participar en elecciones y que luego desaparecen. En ese escenario, el dinero se convierte en una herramienta poderosa, aparecen personajes que nunca han participado en política, sin embargo hacen su abrupta aparición en el escenario político y sin ningún argumento, solo muestran dinero y una gran orfandad de ideas.
Los militantes y políticos que no cuentan con el auspicio o recursos económicos propios están en desventaja, de allí que surge la necesidad de cambiar la manera de hacer política. Surge la necesidad de diseñar nuevas estrategias y tácticas. Hay «militantes de diversos partidos», que son impulsados por el conformismo, aceptan la presencia y acción de los «mecenas», prefieren el camino fácil, de manera grosera ponen precio a su honor y dignidad. De su accionar político, descartan el esfuerzo de capacitarse permanentemente y de preparar un mensaje con propuestas claras y concretas. Inconscientemente hipotecan lo más importante que tiene un humano: Su conciencia.
Muchos de los «mecenas» se muestran encantadores, dan a conocer una supuesta preocupación por los problemas del pueblo, ofrecen limosnas decoradas con buenas intenciones. En sus reuniones políticas en lugar de compartir ideas, sueños, esperanzas y propuestas, distribuyen regalos, comida y trago, es decir «pisco y butifarra». Sin pudor compran conciencias, de manera irresponsable subyugan a las nobles virtudes. A través de la televisión manejan con eficiencia su apariencia. Con habilidad han identificado las necesidades del pueblo y en especial la de los jóvenes, a quienes ofrecen el sueño del empleo propio, lo llaman emprendimiento, son tan necios que olvidan que el peruano de por sí es un nato emprendedor.
El militante honesto, imbuido de buenas costumbres y de una férrea mística, tiene cuesta arriba su actuación política, tiene que competir con el poder del dinero. Por eso, debe ser creativo y diseñar sus estrategias para avanzar. Tiene el desafío de trabajar, estudiar y activar en su partido, tiene la obligación de no hipotecarse ante nadie porque si lo hace, pierde su esencia y su identidad.
Urge dignificar la política, hay que fortalecerla, los peruanos en general y en especial los de buena voluntad, debemos militar en diversos partidos. No es correcto que nos autoexcluyamos de esta importante actividad, cuyas acciones tienen impacto directo en nuestra sociedad y en el futuro de las generaciones. Es importante que los partidos se democraticen, que generen mecanismos de inclusión y de participación. Urge concretar la reforma electoral, el Congreso de la República debe actuar con madurez cívica, patriótica y democrática, debe despojarse de sus intereses personales. El Perú necesita una clase política renovada, que devuelva la ilusión a los peruanos en quien creer.
Por el bien de nuestro país, es tiempo que a los mercantilistas de la política les digamos ¡basta!, y la manera de hacerlo es participando activamente en política. Los «jóvenes-jóvenes» (de cuerpo y espíritu) deben inscribir sus nombres en las páginas de la historia, inspirándose en la acción de grandes hombres cuyas enseñanzas indican el camino a seguir, donde no hay lugar para vender la conciencia. Los peruanos, en general, debemos entender que la política es una actividad muy importante y que si lo hacemos con dignidad podemos encontrar en ella un instrumento eficaz, que servirá para construir un país donde haya oportunidades para todos.
Con conocimiento y coraje
Quitando la venda a nuestro pueblo