La lucha contra el terrorismo no ha terminado

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Foto: ParaqueNOserepita.com

Este 12 de septiembre es una fecha de gran valor histórico para el Perú. Hace 25 años, el Grupo Especial de Inteligencia (GEIN) logró capturar al máximo cabecilla y parte de la cúpula de la organización terrorista Sendero Luminoso, autores del terror y la violencia que azotó al país durante las décadas 80 y 90.

Durante estos días, este hecho toma singular notoriedad porque, además de los informes periodísticos y ediciones especiales al respecto, también se estrena la película “La hora final” de Eduardo Mendoza, donde se recrea detalles de la “Operación Victoria” y el esfuerzo que realizaron los agentes especiales del GEIN para dar este certero golpe al terrorismo de entonces.

Esta es una oportunidad para entender mejor lo que significa para el país la lucha frontal contra el terrorismo y también las consecuencias que sufrimos los peruanos en esos años. Una historia que puede repetirse si no tomamos acciones para evitar que estas ideas trasnochadas vuelvan a germinar en la mente de las nuevas generaciones, sobre todo, en aquellos jóvenes que no tienen idea de lo que vivimos en esa época de apagones, coches bomba, desapariciones y asesinatos selectivos, entre otros eventos motivados por la violencia y el terror.

Esta lucha se da, desde mi punto de vista, en cuatro etapas. Una primera que da lugar al surgimiento de Sendero Luminoso durante los años setenta, cuando Abimael Guzmán captaba la atención de grupos de jóvenes en Ayacucho para inculcarles sus ideas y la necesidad de hacer una guerra para alcanzar sus propósitos. ¡Y no hicimos nada para evitarlo! Hasta que, en los años 80 e inicios de los 90, suceden las acciones violentistas y atentados terroristas en diferentes regiones del país, atentados que poco a poco fueron acercándose a la capital, hasta que vimos los peores episodios del terror con el coche bomba en canal 2, el asesinato de María Elena Moyano y la detonación de otro vehículo en la calle Tarata en Miraflores.

Esta etapa fue extremadamente violenta por el accionar de los terroristas y sus cobardes atentados, así como los abusos, asesinatos y desapariciones forzadas perpetrados por algunos miembros de las fuerzas armadas, como el grupo Colina, dejando entre dos líneas de fuego a las poblaciones más vulnerables, sin respetar ni siquiera a los niños, mujeres y ancianos, que fatalmente se encontraron en medio de esta guerra interna. La Comisión de la Verdad y Reconciliación refiere cerca de 40 mil víctimas durante esta época.

Una segunda etapa es la captura de Abimael Guzmán. En marzo de 1990 se crea el GEIN, nace con un grupo de cinco agentes que poco a poco fue creciendo hasta ser 82. Este grupo de expertos desarrolla al máximo sus estrategias y tácticas, con el apoyo del gobierno americano, para que el 12 de septiembre de 1992 dieran con el paradero de Guzmán, y le cayeran encima en un operativo ampliamente difundido en estos días. Desde la historia de los agentes “Gaviota” y “Ardilla”, hasta los detalles del seguimiento y análisis minucioso de cada información, videos, fotografías, materiales incautados y colaboraciones eficaces, que contribuyeron al éxito de la “Operación Victoria”, y que ahora todos recordamos.

Una tercera etapa es la de juzgamiento. Inicialmente esta cúpula senderista fue condenada a cadena perpetua en juicios sumarios por tribunales militares sin rostro. Sin embargo, en enero de 2003, el Tribunal Constitucional declaró que estos procesos eran inconstitucionales y trasladó la responsabilidad al sistema de justicia -en un gobierno democrático-, de volverlos a juzgar en el marco de la Ley y garantizando el debido proceso. Para esto, la Fiscalía jugó un papel importante, porque luego de 12 años de la captura, tuvo que recoger y analizar nuevamente todas las pruebas necesarias para alcanzar la pena máxima para el cabecilla senderista y su cúpula. Esta etapa de juzgamiento concluyó con una sentencia de cadena perpetua para Abimael Guzmán y Elena Iparraguirre, mientras que a los demás les dieron sentencias entre los 24 y 35 años de cárcel.

Sin embargo, tenemos una cuarta etapa, que considero que aún está vigente, y tiene que ver con la urgente prioridad de derrotar a las ideologías que dieron lugar a esta era de terror que padecimos, y aquí creo que no hemos avanzado mucho, lamentablemente.

El historiador Antonio Zapata, en su libro “La guerra senderista, hablan los enemigos”, publica algunos testimonios de Elena Iparraguirre: “A la gente no la captábamos porque empleábamos la violencia, eso más bien la espantaba. Por el contrario, la juventud nos seguía porque ofrecíamos la posibilidad de acabar con el causante del sufrimiento.”… “También ofrecíamos una imagen del porvenir comunista de la humanidad. Una sociedad donde desaparecerán las contradicciones de clase. Empezará un desarrollo económico y social imparable, satisfaciendo las necesidades materiales de las mayorías.”

Esto evidencia parte de la estrategia que usó Sendero Luminoso para imponer sus ideas de terror e ir ganando más adeptos. Guzmán empezó en las aulas, ante jóvenes, construyendo en sus mentes el ideal del porvenir comunista de la humanidad, solo que para alcanzarlo había que usar las armas, la guerra, la violencia, tomar la “justicia” por las manos, vengarse de los que tienen el poder, entre otras barbaridades.

Si miramos ahora el Perú, vemos que las aulas de nuestros jóvenes, en los colegios y algunas universidades o centros de enseñanza, están cediendo espacio, nuevamente, a estas ideas. Cuidado con los docentes –y con otros seudo dirigentes- que fácilmente siembran una cultura de odio, de venganza, de rechazo a la política, a las autoridades, a las instituciones. Esto está reflejándose en la débil institucionalidad que actualmente padecemos, en los tres niveles de gobierno, y en los tres poderes del Estado.

Creo que esta lucha contra el terrorismo aún no termina. Debemos erradicar de raíz el germen de la violencia, debemos evitar que nuevos “gremios” o agrupaciones sociales aprovechen las necesidades y reclamos justos de los peruanos para encabezar actos violentos, y lo que es peor, acciones que buscan desestabilizar nuestra incipiente democracia, pero democracia al fin.

Basta ver las redes sociales para encontrar un mundo de odio, basta navegar en Internet para encontrar páginas que defienden al genocida Guzmán y su cúpula. ¡Cuidado! Porque el vacío que dejan los precarios –y casi inexistentes- partidos políticos, tienen que ser ocupados. Las mentes de los jóvenes de hoy son consumidores desenfrenados de información de todo tipo. Por eso, es necesario nuevas ideas, debates políticos, nuevos líderes sociales con espacios para expresarse con respeto, conocimiento y altura. Necesitamos que la cultura, el deporte, la educación, el arte y toda expresión humana, orientada hacia el bien común, tenga mayor protagonismo y presencia en la sociedad peruana, sino terminaremos enfrentando nuevamente la primera etapa que refiero en este artículo, con el agravante de un nefasto financiamiento otorgado por la corrupción y el narcotráfico, un peligroso cóctel que amenaza a todos los peruanos y a nuestra democracia.

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