Vacíos de poder

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Cuenta el ABC de la teoría política, que los Estados son esos cuerpos de gerentes públicos que administran ―a través de programas y servicios― la agenda país, la cual priorizan los políticos que responden a las expectativas de distintos intereses ciudadanos.

El reto del ajedrez político es balancear con inteligencia, la energía que dedican los burócratas en satisfacer esas distintas expectativas sociales (sean de grupos económicos, como de masas de trabajadores), evitando que las desigualdades sociales entre unos y otros pongan en peligro el orden y la paz social.

Pero cuando el gobierno de turno no entiende cómo administrar las expectativas ciudadanas, no tiene la menor idea de cómo gestionar el poder y ni siquiera es consecuente al interior de sí mismo, contradiciéndose públicamente respecto al camino que seguirá, por ejemplo en una negociación como la que tienen con los maestros; esa incapacidad gubernamental le pasa factura. No solo a nivel de aceptación y popularidad, sino generando peligrosos vacíos de poder que son llenados por otros líderes políticos o, lo que es más grave aún, por outsiders que no vieron venir y terminan legitimando en el nuevo escenario político muy a su pesar.

Toda situación de conflicto social obliga a las distintas fuerzas políticas, sean viejas partidocracias o nuevos movimientos, visibles e invisibles, a ponerse en la partida y definir posiciones respecto a la crisis coyuntural, mientras el gobierno tecnocrático hace agua frente a nuestros ojos. Los líderes políticos se ven obligados a mostrarse en escena, dar la cara y trazar una nueva agenda país, obligando a un gobierno en caída libre a redefinir la prioridad de temas gubernamentales.

Ocurre así en la historia de la humanidad. Y los conflictos se agudizan cuando estos coinciden históricamente con cambios generacionales en el país. En el Perú, estos procesos de transición del poder entre una generación que agoniza y otra que surge para imponer nuevas reglas de juego, sucede cada 25 años. Ocurrió en los 90 y hoy vuelve a ocurrir, cuando el anciano régimen ―con su errático accionar― defiende un modelo de desarrollo agotado, promoviendo el liderazgo de sus propios verdugos.

En momentos como este son necesarios cambios audaces y una gran lucidez. Pero sobre todo velocidad y rapidez. Quien mueva mejor sus fichas de ajedrez en este nuevo escenario sacará el mayor provecho de la crisis. Esa es la verdadera naturaleza de los políticos, lo cual no quita que sean conscientes y responsables con su accionar. A ningún futuro candidato del sistema le conviene que el antiguo régimen caiga estrepitosamente. Eso solo favorecería a los potenciales candidatos disruptivos ―por llamar elegantemente a quienes tienen naturaleza antisistema.

Los analistas y ciudadanos podemos estar de acuerdo o no con el pensamiento político que impulsa el accionar de los líderes políticos (conservadores, tecnócratas o liberales). Podemos estar de acuerdo o no con sus estrategias de posicionamiento respecto al escenario de crisis (moderados o radicales). Podemos estar de acuerdo o no con el fin último de su postura frente a nuestras expectativas ciudadanas (solo queremos que nuestros hijos terminen el año escolar). Pero la política es el ejercicio del poder en sí mismo antes que evaluación de impacto y resultados. Para esto último están los tecnócratas.

El anciano régimen nunca se da cuenta cuándo es utilizado por los nuevos líderes. Pero si sus reflejos no están a la altura de las circunstancias, como parece ocurrir hoy en el Perú, el escenario se puede complicar mucho más.

De otro modo no podemos explicar las declaraciones públicas del Presidente Kuczynski sobre su fracaso económico del primer año a la prensa internacional; la denuncia pública del ministro del Interior contra dirigentes del magisterio en pleno proceso de negociación, perjudicando el actuar de su colega la ministra de Educación; la inexplicable ausencia del Primer Ministro en este proceso, exponiendo la figura del Presidente; ni la resistencia del gobierno a realizar cambios que se caen de maduros en el gabinete para tener oxígeno.

Parece que el mismo gobierno quisiera agudizar las contradicciones por iniciativa propia. Nos nos extrañe, por ello, que la crítica situación obligue hoy a los demás líderes a tomar posiciones más radicales.

¿Qué dirán hoy Keiko Fujimori, César Acuña, Alan García, Julio Guzmán o radicales que coordinan tras bambalinas como Gregorio Santos y Antauro Humala? ¿Qué dirá hoy el nuevo líder creado por la incapaz tecnocracia, Pedro Castillo? Es en estos momentos cuando se requiere de soluciones concretas que no están escritas en las normas legales. Es en estos momentos cuando los líderes políticos hablan y actúan. Esperemos a ver qué nos depara este nuevo escenario político que ya adelanta la etapa electoral del 2018. Veremos cómo se llenan estos vacíos de poder que la tecnocracia gubernamental es incapaz de llenar. Veremos los nuevos rostros que los llenen.

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@RuizJC
Juan Carlos Ruiz es sociólogo, periodista y experto en comunicación corporativa y marketing público y político. Actualmente es Vicepresidente Ejecutivo de Pacific Edelman Affiliate en Perú, agencia líder en comunicación y gestión estratégica, que brinda asesoría en prensa y relaciones públicas, marketing digital, asuntos públicos, investigación y desarrollo, gestión social y organización de eventos a diversas instituciones públicas y privadas.

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