No es difícil llenarnos de optimismo cuando se piensa con el corazón en la tierra que nos vio nacer. Las celebraciones de Fiestas Patrias nos inyectan siempre de esa dosis de nacionalismo que, de vez en cuando, necesitamos los peruanos para ingestar en nuestros corazones una mezcla de pisco, ceviche, marinera, huayno y mucho rocoto que nos inflame de peruanidad.
Escribo esta columna, por razones laborales, desde México, luego de escuchar el mensaje de un Presidente de la República que parece estar empezando a entender que estuvo desconectado de la ciudadanía en su primer año de gestión, de aquellos jóvenes y mujeres que lo llevaron al Poder y que hoy lo sienten más lejos que nunca.
Pedro Pablo Kuczynski nunca ha brillado por sus dotes de comunicador político. Por ello, no creo que su mensaje deba ser analizado desde ese punto de vista. Su aletargado tono de voz y locuacidad nunca han sido sus mejores características para conectar con la ciudadanía. Sus mejores momentos han sido cuando ha impregnado de sinceridad y contenidos sus mensajes. Y eso es lo que intentó hacer en sus primeras líneas de autocrítica, buscando quizás la compasión popular, insistiendo a cada momento, que estamos recién en su primer año de gobierno.
El mensaje fue técnico en general. Dirigido a los empresarios y con números sobre el manejo de la economía que probablemente la mayoría de peruanos no entendió. Sin embargo, la meta de generar cada año al menos 300.000 nuevos puestos de trabajo, la continuidad de las políticas del Gobierno anterior en el Ministerio de la Mujer, el aumento de sueldo a los maestros el próximo año, el entender que es importante que el Gobierno gobierne los problemas de transporte del país, y los 5 proyectos presentados al Legislativo, hablan de –al menos– una voluntad de orientar la acción del Estado al metro cuadrado del ciudadano, que tan olvidado tiene el Gabinete Zavala.
La decisión de separar a las Ex-Procuradoras fue quizás la mejor señal previa al discurso de que el Presidente entiende que la ciudadanía necesita un Mandatario que gobierne, que asuma las riendas de la política del país en su integridad. Ese es el reto que tienen ahora sus ministros. Los cambios en el Ministerio de la Mujer, Energía y Minas, y Midis probablemente inyecten de energía a un Gobierno posicionado en la mente de los peruanos como «lobbyista».
Fue un discurso sin brillo, sin la vibración de las graderías a la que los peruanos estamos acostumbrados, pero con esa pequeña dosis de optimismo que da la línea maestra de lo que debe hacer su gabinete para poner en neutro, al menos, una carrera gubernamental que vino en los últimos meses, manejando en retroceso para el país.
El gran reto ahora es lograr que este discurso, cargado de ilusiones y promesas, se haga realidad. Y que este gabinete, mareado por el ejercicio del poder, ponga a tierra su cable de humildad y al menos conduzca el país en una velocidad en la que la gente sienta que empezamos a andar. El Presidente ha hecho el esfuerzo de ponernos en neutro. Del Gabinete depende ahora ponerle velocidad a un Gobierno, que si no pisa el acelerador, pone en riesgo el crecimiento, desarrollo y la sostenibilidad democrática de nuestro Perú.