Patria sin héroes

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Foto: Lucidez

Soy un convencido de que comunidades, pueblos y países necesitan de identidades nacionales, regionales y locales… O del tipo que sea. Por ello, soy un defensor de la libertad de credos y creencias, de nacionalismos distintos, de opciones diversas… Lo soy también de la globalización, con sus aciertos y desaciertos, con sus idas y vueltas, con sus avances y retrocesos.

Es así, que cada 28 de julio me pregunto siempre por nuestra identidad nacional… Y nunca la encuentro. Encuentro simplemente un conjunto de hombres con distintas costumbres y una multiculturalidad a prueba de síntesis. Cierto es también que este país fragmentado no es el mismo que el de hace 200 años. Ni siquiera es el mismo que el de hace 25 años. Afortunadamente, el proceso de cholificación de la sociedad peruana, la “choledad” como llamamos los sociólogos a esta categoría social, nos une hoy más que nos desuna.

Pero aún seguimos rindiendo homenaje a las armas. Continuamos realizando el viejo ritual de rendirle homenaje al catolicismo y a la guerra. No es casual que, en 200 años, la herencia colonial aprendida de ver en tribunas desfilar a soldados y tanques de guerra, siga siendo el mayor atractivo simbólico de nuestras fiestas patrias luego de la misa oficial del Arzobispo. Lo único moderno y republicano es el mensaje presidencial frente al Congreso de la República, que cada día pierde más peso porque no hay grandezas que contar.

Entonces recordamos a nuestros héroes militares y a nuestros mártires de independencia. Y a nuestros santos, por cierto. Vemos con poco entusiasmo que sobre sus tumbas no tienen triunfo que mostrar. Ninguno logró ganar una guerra (tal vez algunas batallas). Pero si uno revisa todos los nombres de nuestros héroes patrios nos daremos cuenta que la historia militar del país podría resumirse en esa certera frase futbolística: Peleamos (jugamos) como nunca… Perdimos como siempre.

Tal vez sea hora de buscar héroes verdaderos, de carne y hueso, y en otros sectores de la patria. Definitivamente, en el ámbito militar no está nuestra ventaja competitiva como nación ni como país. ¿Por qué no hacemos desfilar a nuestros chef más destacados, a nuestros artistas más renombrados, a peruanos que sí le hayan ganado a otros en el mundo?

Lo cierto es que las identidades son dinámicas. No estáticas, ni eternas. Son cultura viva que, si no alimentamos y recreamos a diario, terminan convirtiéndose en cajones de sastre, donde guardamos los malos recuerdos que luego se convierten en fantasmas.

La identidad nacional tiene que recrearse desde la sociedad civil, desde la empresa y desde el Estado. Y todos debemos remar hacia el mismo lado. No podemos ir hacia distintos frentes, porque de lo contrario solo logramos seguir fragmentando una sociedad que necesita integración a gritos.

Esperamos que días como estos, donde tenemos más tiempo para la reflexión y el pensamiento, renovemos nuestros votos por alcanzar una identidad nacional que sea integradora de todas esas multiculturalidades que necesitan una causa en común. Y así, podamos canalizar nuestra apuesta por ella, con políticas públicas y buenas prácticas sociales y culturales que permitan hacer realidad este sueño de la peruanidad.

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