A casi un mes de iniciada una huelga médica y a puertas de que radicalicen su protesta, sorprende que el gobierno tome la situación tan a la ligera y no acelere un proceso de negociación que, finalmente, afecta a la razón de ser de un sistema de salud pública: el paciente.
Sorprende su indiferencia y, en especial, la actitud evasiva de su ministra de Salud. Sorprende porque hace más de 15 años discutimos la necesidad de hacer una radical reforma en este sector tan sensible. Sorprende porque seguimos dándole prioridad a un modelo que incrementa el gasto en atender la enfermedad y evita poner foco en una adecuada prevención de la salud. Lamentablemente, seguimos midiendo la eficacia en el incremento de atenciones hospitalarias e intervenciones quirúrgicas, y no en disminuir los casos que podemos detectar a tiempo para que no se convierten en nuevas cifras de enfermos a tratar.
Otro problema es la nefasta convivencia de distintos sistemas que fragmentan la salud pública y no conversan entre sí: (1) Un Seguro Social de Salud (EsSalud) que no consolida redes eficientes de atención primaria y posterga al infinito la necesaria separación entre asegurador y red asistencial; (2) Un Sistema Integral de Salud (SIS) que debe cerca de 700 millones de soles a centros asistenciales del Ministerio de Salud y gobiernos regionales y no se comporta como financiador, pues mantiene el chip de programa social; (3) Un sistema de las fuerzas armadas y policiales que no tiene financiamiento adecuado y está retrasado casi 50 años en niveles tecnológicos y atención médica; y (4) Un sistema privado que no amplía la cobertura y se resiste a brindar paquetes asistenciales dirigidos a sectores medios y populares, a pesar de haber desarrollado experiencias solidarias limitadas a una oferta de atención en consultorios médicos y pruebas de laboratorio y diagnóstico, pero incapaz de escalar a procedimientos más complejos de atención.
Si a esta salud fragmentada y sin conexión sumamos la falta de decisión política de los últimos gobiernos respecto a estandarizar protocolos y garantizar un paquete básico de atención (objetivo del Aseguramiento Universal en Salud), tenemos un sector en cuidados intensivos que estaría a punto de entrar a un estado de coma.
Esta situación explica la indignación de muchos médicos que, hartos de no tener infraestructura adecuada ni contar con equipamiento adecuado, expresan su rechazo a un sistema que se deteriora segundo a segundo y cobra vidas humanas. A pesar de ello, muchos se fajan a diario para ver a sus pacientes y darles lo poco que tienen a su alcance para brindarles su mejor atención. Pero qué difícil es pedirles una sonrisa cuando los hospitales parecen el Niágara en bicicleta.
El gobierno debe reunir cuanto antes a todos los actores involucrados y encontrar una solución conjunta a la brevedad. La situación es insostenible. No se trata de psicosociales señora ministra. Los peruanos tenemos derecho a una salud oportuna y digna. Declarar el sector en emergencia sería un paso importante para iniciar la reforma que hace más de 25 años venimos postergando. ¿Por qué sí podemos destinar 20 mil millones de soles a reconstruir carreteras y viviendas tras el Niño costero y no somos capaces de invertir mil millones de soles para reformar la salud pública en todo el país? Que alguien nos lo explique.