La generalidad en los procesos de elección de los presidentes que han guiado el destino del país, han presentado una característica: generar “agrupaciones políticas” que se formaron concretamente para la elección y teniendo al centro a una persona en particular, reuniendo no a un equipo de trabajo, sino a un “grupo de amigos”, a quienes en mucho casos luego, nombraron como miembros de sus gabinetes o en los principales cargos públicos.
Además de ello, estos “líderes mesiánicos” o como lo han denominado nuestros historiadores “caudillos” ―supuestos salvadores que aparecen solo en las elecciones y luego desaparecen o son “intermitentes”― es que carecen de un verdadero programa de gobierno, por lo que cuando llegan a tomar las riendas de la conducción del país, les resulta imposible cumplir con sus promesas de campaña.
Esta situación no es distinta con lo acontecido en la última elección. Analicemos algunos compromisos de campaña, como el caso de la reducción del IGV en un punto porcentual, cuyo objetivo principal era potenciar la formalización de la actividad informal y dinamizar la economía. Hubieron muchas críticas sobre la posibilidad de viabilizar esta propuesta, pero dos fueron muy concretas y sólidas: i) no existía evidencia alguna de que la reducción acarree formalización y ii) la situación económica del país presentaba un escenario complejo, como se evidencia en la actualidad.
No obstante la evidencia concreta que hemos señalado, en PPK continuaron con el impulso de la propuesta hasta supuestamente, convencer a sus electores. ¿Qué sucedió? Hubo una solicitud del Poder Ejecutivo para otorgar facultades legislativas en cinco ejes uno de éstos el IGV. El Congreso las otorgó, y luego el Gobierno emitió un Decreto Legislativo supeditando la reducción del IGV (un punto porcentual) en función a la recaudación económica. Ha transcurrido un año y una de las propuestas bandera no se ha cumplido hasta la fecha. Esta misma situación se presente con el tema de la formalización que prometieron duplicarlo hasta el 2021, pero siguen predicando de su logro, pero ya los especialistas de la materia han señalado que no será posible, y la experiencia internacional también lo ratifica.
Otro tema que en PPK adoptaron como bandera: la lucha frontal contra la corrupción, que incluso motivó la designación de la ex procuradora Julia Príncipe, como Presidenta del Consejo de Defensa Jurídica del Estado. Lamentablemente, los casos evidenciados por la prensa han puesto en serios cuestionamientos, la convicción del Poder Ejecutivo de luchar frontalmente contra la corrupción.
La destitución de las procuradoras Ampuero y Príncipe por parte de la Ministra de Justicia y Derechos Humanos con motivo del caso Odebrecht, es una evidencia de los compromisos que no ha cumplido en este año de gestión el Ejecutivo. Si la Procuradora Ampuero hizo su trabajo o no, defendió o no los intereses del Estado, sí esta actuación fue respaldada o no por el Juez Richard Concepción Carhuancho ―que viene demostrando independencia y lucha directa contra la corrupción―, son temas que deberán esclarecerse, pero también deberá esclarecerse qué ha hecho hasta ahora la Ministra y el Poder Ejecutivo en su conjunto en este terrible caso de corrupción. Asimismo, resulta imprescindible que se explique al país el porqué del alejamiento de la Procuradora Príncipe, si se trató de una renuncia o se le retiró la confianza.
Finalmente y sobre esto último, me permito recordar lo señalado por la propia Procuradora Príncipe: «Me pregunto y nos preguntamos, ¿qué fue de la prometida independencia, de la prometida autonomía?, ¿qué fue de la lucha frontal contra la corrupción? Parece haber quedado en un discurso electoral».
Si bien podemos sacar muchas conclusiones de esta frase y dejar la sensación que además hacen falta muchas respuestas por parte del Poder Ejecutivo, se debe resaltar un tema en especial, el valor de la palabra empeñada, elemento fundamental en todo compromiso, más relevante aún si tiene relación con la conducción del país. La lucha contra la corrupción tiene que dejar de ser parte de un discurso que suene bien, debe tener contenido y sustento, debe ser parte de una cruzada nacional y debe merecer más que iniciativas legislativas asiladas, debe ser parte de una política de Estado. Nos toca a todos, esa debe ser el compromiso.