¡Qué tal soberbia la de aquellos que cholean! Como si al hacerlo estuviesen hiriendo en lo más profundo a quien los oye… ¡No señores…! No ofenden. Ratifican nuestra más pura esencia, el ser provinciano y el ser cholo. Lo que hacen es hacernos más fuertes.
No ofende el ser cholo, señora…, pues todos lo somos. Ofende su complejo de superioridad y preocupa la violencia que su sola imagen proyecta. Ni qué decir de quien la acompaña… La gran pregunta es ¿qué clase de contexto los rodea? Esto en relación a la pareja que estos días nos indignó, al ver cómo golpeaban a un hombre de 60 años.
Preocupa el ver cómo cada día la tolerancia, el respeto y la consideración se han perdido por completo. Cada día estamos más expuestos a escenas de violencia, a faltas de ética, de respeto por donde veamos.
Tenemos que recuperar la consciencia del ser humano. Nos estamos deshumanizando y eso es lo que preocupa. Mientras no tengamos claro que debemos aprender a convivir bajo estructuras de respeto y tolerancia, esto será el pan de cada día… Esto es tarea de ayer.
Se empieza en casa no lo olviden… Son los padres los primeros maestros. Si ellos conviven con la violencia, sus hijos crecerán en ella, y lo más probable es que de alguna manera canalicen esa ira y frustración con sus pares en el presente, o quede registrado y se proyecte en algún momento de su vida y de muchas maneras.
Los adultos tenemos la responsabilidad de criar y enseñar a vivir a los niños en entornos saludables y lo menos expuestos a discusiones o escenas de violencia. No dejemos que nuestros fantasmas dominen nuestro presente.