Al término de cada legislatura siempre se hacen balances de las cosas buenas y malas a lo largo del año, y quiero aprovechar este espacio para hacerlo brevemente, pero con la particularidad de que soy una Congresista nueva que ingresó con la firme convicción de aportar al Estado sumando mi experiencia personal de varios años en 7 ministerios distintos, así como mi experiencia en el sector privado, además de mi marcada vocación de agradecimiento al haber recibido del Estado no solo una educación gratuita de calidad sino también un sin número de servicios públicos cuya calidad, hoy, ha disminuido.
Uno siempre llega teniendo en mente todo lo peyorativo que se dice del trabajo congresal, pero una vez que uno se adentra en el mismo se da cuenta que muchas cosas negativas que se dicen fuera son bastante inexactas.
Es innegable que hay congresistas que, en lugar de ser propositivos y colaborativos, solo se limitan a criticar todo. ¡Bueno fuera que además de criticar propongan nuevas alternativas! Muchos de ellos, inclusive, en el trabajo de comisión tienen una opinión favorable a lo acordado mayoritariamente, pero luego, en la sesión del Pleno donde están todas las cámaras, dicen todo lo contrario. Es cierto, la demagogia también está presente en algunos congresistas, pero por suerte no son muchos.
Otro aspecto importante es que “para aportar al país, no bastan las buenas intenciones”. Algunos congresistas, bajo ideales de justicia muy loables, proponen normas que, desde una lectura aislada, son beneficiosas para un sector, pero desde una perspectiva macro a todas luces producirían un resultado contrario dada la ilegalidad, informalidad y la situación económica del Perú. ¿Qué se debe hacer en estos casos? Pues la propuesta no debe tener un enfoque “facilista”, sino que debe tomarse una mirada más amplia donde no solo se miren a los potenciales beneficiarios de la norma, sino que deben adoptarse medidas para que los terceros (potenciales infractores) adopten conductas orientadas al fin perseguido. ¡Basta de crear falsas expectativas a la población!
Pese a estos 2 casos, mi balance es muy positivo. Encontré congresistas con una gran vocación y calidad de trabajo apoyados de buenos equipos técnicos que laboran de sol a sol los 7 días de la semana. Es cierto que para muchos reconocer eso “no vende”, pero quien vive el día a día en el Congreso, nota ello.
Este año me dediqué por decisión personal a aprender y a conocer el Congreso por dentro, y a su vez asumí la coordinación del Grupo de Trabajo que tuvo a su cargo la revisión de los Decretos Legislativos, Decretos de Urgencia y Tratados Ejecutivos. Fue un ejemplo de trabajo llevado de cabo entre el Congreso y el Poder Ejecutivo. Tuve innumerables reuniones con técnicos de diferentes entidades del Gobierno, sobre todo de los sectores de Justicia y Economía, con quienes discutimos los aspectos técnicos de tales normas y en muchos casos llegamos a fórmulas consensuadas en lugar de optar por el camino fácil de la derogación. ¡Así es, cero obstruccionismos!
Aprobamos y mejoramos en 1 día la ley de reconstrucción cuyo texto final fue trabajado hasta altas horas de la madrugada entre algunos Ministros y Congresistas conjuntamente con los respectivos equipos técnicos. Nuevamente, ¡cero obstruccionistas!
Las discusiones en casi todos los casos tuvieron un nivel sumamente alturado en el Pleno y las comisiones del Congreso. Es cierto que a veces hubo unos casos puntuales de sobresaltos, pero fueron casos muy aislados. Esto me da la enorme gratitud de que estamos cambiando la política de nuestro país.
Anímense a trabajar juntos, a fiscalizar, a discutir, a intervenir en la creación de políticas públicas. Afortunadamente la mejora en la gestión pública es tarea de todos.