Publicidad engañosa y consumidor idiota

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Foto: Trome

El papelón internacional que vivimos los peruanos por un “error comunicacional” de un poderoso grupo económico, debido a la publicidad engañosa que difundió “involuntariamente” cuando exportó un producto lácteo a un país centroamericano, evidencia que los culpables de esta tragedia no asumen aun la responsabilidad que les corresponde.

Uno es la corporación que vende un producto que no es, precisamente, lo que dice que es. La empresa pide perdón por lo sucedido. Pero eso no elimina el impacto negativo que su producto engañoso tiene sobre la percepción del consumidor. Este se siente estafado por haber comprado por años un producto cuya etiqueta señala características que no coinciden con el contenido del mismo. ¿Problemas de comunicación? Mucho más que eso… NO fue un error semántico ni de impresión el que permitió a esta empresa ganar millones de dólares vendiendo productos “engañosos” a sus clientes. Si a eso le sumamos el potencial daño que algunas sustancias del producto harían sobre la salud de los consumidores, entramos entonces en un ámbito mucho más peligroso que el descrito hasta el momento.

Otro es el consumidor idiota que, desinformado, ignora en realidad lo que compra en supermercados y bodegas de barrio. En realidad, la razón de fondo que explica por qué la empresa se atrevió a continuar con su publicidad engañosa es lo poco educado que resulta ser nuestro consumidor nacional. A lo sumo son compradores, pero sin duda no son ciudadanos. Ni siquiera las diversas asociaciones de defensa del consumidor lograron identificar este problema, que ya puso en jaque al top de la industria lechera del país. ¿Dónde está su monitoreo y supervisión? ¿Para qué existen? ¿Acaso solo como plataforma política para llegar al Congreso? Hace falta, sin duda, una revolución informativa para educar al consumidor.

Finalmente, y no menos importante, son las instituciones públicas, que autorizan la venta y publicidad del producto engañoso. Digesa e Indecopi han demostrado que están, literalmente, pintadas en la pared. ¿Qué nos garantiza hoy que sean capaces de velar porque no nos vendan alimentos, medicamentos, juguetes o ropa que pueda dañar nuestra salud?

El gobierno debe iniciar su total reorganización… O seguiremos teniendo más de lo mismo. Una pregunta final. ¿Promperú se preguntó ya si esta empresa usa la marca país? Si así fuese, lo mínimo sería suspender su uso hasta que resuelva este entuerto. ¿Digo, no?

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