A pesar que no queremos ver más hechos de violencia en el país, las corrientes llegan siempre al mismo caudal. Violencia de género, social, política… ¿Qué más debemos ver?
La violencia es alimentada por factores culturales, biológicos, sociales y ambientales. Estos modelan la expresión concreta de la conducta violenta. Esto no implica que la agresión y la violencia sean dos categorías separadas. Ambas deben considerarse en una misma dimensión. Los factores psicosociales y biológicos interactúan modelando la conducta violenta, y por tanto las causas psicosociales y biológicas del crimen violento están inseparablemente unidas y en interacción.
Las personas con predisposición a la agresividad, expuestas a situaciones que no satisfacen sus necesidades, pueden fácilmente evocar momentos que les haya causado algún tipo de trauma y desbordar en conductas agresivas y violentas. La predisposición a la agresión puede verse acrecentada por un estado de ánimo alterado o un estado de ansiedad, como sucede en algunos trastornos psicológicos.
La violencia debe ser considerada, por ello, como el resultado final de una serie de eventos, durante los cuales los riesgos se van acumulando y, potencialmente, se refuerzan unos a otros. Los fatales resultados que vemos en aquellos casos en que mujeres mueren víctimas de una serie de actos de violencia y maltrato son el último eslabón de esta cadena que tiene inicio y fin.
No querer ver estas conductas y tratar de maquillar la realidad, perdonar lo imperdonable o fingir una aparente tranquilidad cuando se está viviendo en violencia, a la larga solo traerá resultados de mayor violencia.
Lo más penoso ―por cierto― es ver las condiciones en las cuales quedan los niños. ¿Cómo se está formando esta futura sociedad? Con niños que están viendo y viviendo la violencia en carne propia… ¿Qué nos espera?
Tenemos que actuar y hacerlo de manera ordenada. Es nuestra obligación cuidar el bienestar de nuestros niños, comunicarnos, explicarles la realidad que les toca vivir, alejarlos de entornos violentos, llámense programas basura, por ejemplo, o llámense familias perdidas en su propio egoísmo, como en sociedades cuyas autoridades aplican claramente el “ojos que no ven corazón que no siente”. Pero tú y yo sentimos. Entonces, ¡actuemos ya!