En busca del teléfono rojo

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Equivocan el camino autoridades y líderes políticos, si expresan sus diferencias sociales, económicas y políticas, a través de disputas institucionales que terminan dañando la propia estructura del Estado.

Si bien podemos tolerar estas “peleas callejeras” en el terreno estrictamente electoral, porque es parte de una lucha de “ideas” y “propuestas” que se da en el fervor de una campaña política, estas son inadmisibles en el ámbito gubernamental.

Quienes hacemos marketing público decimos ―por ello― que el político que ganó la elección y asume el encargo de dirigir una institución pública, debe distinguir claramente entre el candidato que lleva dentro y su rol de funcionario público al servicio de los ciudadanos.

Esta sutil diferencia requiere de un cambio de “chip”, donde el guerrero político deja de lado la violencia y agresividad que lo caracteriza, para darle paso al tecnócrata público que utiliza el poder en sus manos, con el objetivo de satisfacer las necesidades básicas de los ciudadanos y garantizar un orden social equitativo para todos. Olvidar esta máxima de la gerencia pública moderna y priorizar el interés particular y/o de terceros privados es un pecado que no se puede perdonar. Menos aun cuando este pecado se convierte en escándalo.

Lo cierto es que las sociedades civilizadas construyen espacios para resolver estos conflictos primarios entre lo público y lo privado. Y eso es precisamente lo que hoy le hace falta a nuestra política nacional.

¿Quiénes son los personajes que tienden puentes para dar paso a la razón? ¿Por qué optar por el tánatos político y la autodestrucción? ¿Acaso no aprendimos nada luego de más de una década de violencia terrorista? ¿Acaso no aprendimos nada de la vergüenza mundial que nos trajo los vladivideos? ¿Acaso estamos todos locos como para tirar por la borda un país, simplemente porque no somos capaces de pensar en él y dejar que primen nuestros intereses particulares?

En tiempos de guerra fría, hasta en los peores momentos, aquellos momentos tensos y de alta fricción entre las potencias mundiales, existía un teléfono rojo que permitía a los líderes del mundo dialogar con calma, debatir, concertar y llegar a acuerdos que no pongan en peligro nuestra propia existencia. ¿Dónde está el teléfono rojo en el Perú?

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