El enigma de la lucha anticorrupción

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Foto: IUS 360

Los especialistas en marketing público decimos que el mundo real no existe si no va acompañado de una adecuada estrategia de comunicación. Pero sabemos muy bien que este mundo real existe, más allá de la buena o mala comunicación que lo acompañe. Que son intereses de grupo, minoritarios o mayoritarios, finalmente, los que motivan la información que se da sobre esa realidad.

Sirva esta reflexión cuando nos hacemos la siguiente pregunta: ¿Quién es el dueño de la lucha anticorrupción en el Perú? Distintas instituciones quieren atribuirse el liderazgo de esta cruzada nacional. No es casual ―por cierto― que esta disputa se exprese en los recientes encontrones mediáticos que envuelven hoy a oficialismo, oposición, Contraloría, Fiscalía y Poder Judicial. Todas estas instituciones quieren liderar la iniciativa, como si se tratase de una lucha sin cuartel al interior del Estado peruano. Pero lo único que logramos al incentivar este enfrentamiento es jugar el juego que conviene a los corruptos.

No existe un dueño de la lucha anticorrupción en el Perú. Por ello se habla de sistemas de justicia y de control. Sistemas que requieren de coordinación entre los distintos actores políticos y gubernamentales. Se requiere que las distintas fuerzas políticas hagan “política” y tiendan puentes para fortalecer esta necesaria lucha contra los corruptos, y no dividirnos para fracasar una vez más y olvidar realmente quién es el verdadero enemigo.

El enemigo es quien soborna a un funcionario público. El enemigo es el funcionario que se deja sobornar. El enemigo es el grupo de poder, legal o ilegal, que no respeta la Ley o busca vacíos en ella para no cumplirla. El enemigo es el chantajista. El enemigo es la desconfianza. El enemigo es quien se beneficia con el desorden y la disputa entre organismos del Estado.

El enemigo no se ve a simple vista. No da la cara. Se esconde tras bambalinas y otros hacen el juego sucio. El enemigo prefiere la oscuridad y el anonimato. No enfrenta jamás la realidad. Prefiere moverla a través de hilos que responden a sus intereses particulares. Y para que nadie lo note, camuflan sus negocios turbios con historias verosímiles pero no ciertas, esas que finalmente nos distraen y algunos llaman “psicosociales”.

Lo importante es que no perdamos de vista que la realidad no es la que existe en el mundo virtual. No nos engañemos. No convirtamos la lucha anticorrupción en un enigma más de difícil comprensión que, finalmente, nunca ocurra. En ese camino vamos a pérdida. En ese camino seguiremos perdiendo una guerra que debiéramos librar sin cuartel para derrotar a los dueños del crimen.

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