No hace mucho los periodos de gobierno municipal eran de tres años. El problema era peor entonces. Hoy con periodos de cuatro años, cuando no ha habido reelección de por medio, el comportamiento promedio de las autoridades municipales es: Año 1: la escuelita, llegan a aprender. Les toma en promedio seis meses si es que saben escuchar y no pecan de soberbios, de lo contrario entre soberbia y aterrizaje forzoso, doce meses. Todavía recuerdo a un alcalde de un distrito de Lima que afirmaba que no necesitaba planes para su distrito, “porque él sabía que hacer”.
Año 4: la campaña, a gastar a gastar que el tiempo se va a acabar. En esta etapa reparan y re-reparan todas las pistas y veredas posibles del distrito, pintan semáforos y postes, instalan cámaras, aunque no funcionen. Se extreman amabilidades y servicios. Se duplican serenos, recojo de basura, regalan plantitas, dan amnistías tributarias y hasta implementan mágicamente ciclovías con solo una brocha y pintura. ¡Habría que patentarlo!
Y como cuatro menos dos es dos, son dos años de gestión efectiva. Tal vez deberíamos repensar el tema ¿un único periodo, sin reelección inmediata?, ¿cinco años por periodo? ¿Reelección por única vez para los nuevos postulantes?
Seamos responsables también nosotros como electores, recordemos que un territorio mal administrado perderá valor, que nuestra inversión se deteriora cada día, en que la zona se vuelve peligrosa sin iluminación ni vigilancia, en que las vías se hacen lentas porque se angostan al extremo de volverlas de un solo carril, en que autorizan la construcción de edificios multifamiliares con mínimos estacionamientos, anulando calles convertidas en parqueos al aire libre.
En el reino de la improvisación, confunden gestión efectiva, con ejecutar el presupuesto sin importar la calidad del gasto. Basta de ciclovías improvisadas, peligrosas, para valientes que se arriesgan a ser atropellados o golpeados por vehículos que transitan a su lado. Basta de parques que son custodiados por horas, a otra hora mejor no ir, peligroso.
¿No sería provechoso dar la oportunidad a otras autoridades? ¿Por qué no volvemos al “vecino” que nos representa?