Hay quienes dicen que el amor lo descubres recorriendo la vida. Yo asumo que nací enamorado de quien puso incluso en riesgo su salud por darme la oportunidad de respirar en este mundo.
Desde niño recuerdo ver a mi madre como un ángel. Recuerdo escucharla cantar en una Iglesia en Chaclacayo y pensar que no podía existir algo más hermoso en esta realidad. Así fui creciendo y, no obstante también conocí que el amor se transforma ocasionalmente en rigidez y disciplina, entendí que nadie podía entregar tanto por otro ser humano como una madre lo hace con su hijo.
Me tocó, por razones coyunturales, conocer también a una madre preocupada por la seguridad de sus hijos, a una madre que, cual discípula atenta de Jesús, lograba actos milagrosos como la multiplicación de los panes. Y, por supuesto, llegó el momento en el que conocí a una madre cuya sabiduría no tenía límites, y que lo reflejó en más de una oportunidad, compartiendo lo que por derecho le correspondía a ella… la exclusividad del tiempo de su esposo y de sus hijos.
Tiempo después conocí que esta experiencia podía repetirse. Esta vez no estaba yo como hijo, sino como testigo privilegiado del amor que una madre desarrolla con ellos. Esta vez, mi esposa me enseñaba lo que implica el sacrificio de muchos planes personales, todo en beneficio de quienes más ama. De manera dulce pero estricta, ella busca una combinación que parecería imposible, en la que mis hijos vivan en un mundo de sueños, pero con los pies bien plantados en la tierra. Los ayuda a crecer educados, dedicados y agradecidos. Logra estar con y para ellos, algo en lo que yo seguramente he fracasado.
Con el tiempo, y desde una posición menos cercana, otras madres me supieron demostrar diferentes formas de expresión de ese tremendo amor. Hay aquellas trabajadoras que lo hacen patente buscado el sustento que la familia requiere. Aquellas otras que concentran su intelecto e inspiración en generar seres humanos sensibles y responsables. Aquellas que incluso optan por adoptar decenas, cientos, miles, y alguna que lo hace con millones, como hijos adoptivos, guiándolos hacia una mejor comunidad para todos nosotros.
Feliz día, mamás. No sólo por darnos el regalo de la vida, sino por vivirla a nuestro lado, con nosotros.