Nos habíamos matado tanto

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Foto: APENDICE

Algo que preocupa sobremanera es la percepción de abuso, corrupción y asesinato que envuelve la imagen pública de nuestros últimos gobernantes. Sean ciertas o no las acusaciones que pesan sobre Alberto Fujimori, Alejandro Toledo, Alan García y Ollanta Humala, sucede que la percepción sobre nuestra élite política es de muy dudosa reputación.

Lo que más sorprende es que sea el silencio, la negación y la huida sus respuestas más recientes, y no afrontar con la verdad ante la justicia su principal opción. Preocupa porque sin darnos cuenta nos convertimos en espectadores de cómo nuestra clase política se autodestruye ante nuestros ojos, dejando el escenario a posturas radicales que, si manejan bien el oportunismo del vacío generado, pondrían nuestro destino en un estado más crítico que optimista.

Lo vemos a diario con las denuncias que se incrementan en cada caso. Somos testigos vivos de un aniquilamiento entre los protagonistas de nuestra historia contemporánea, que se llevan de encuentro la poca institucionalidad vigente del país. A la falta de una identidad nacional que no logra consolidarse con los años, se suma hoy una seguidilla de testimonios que hunden a nuestros últimos gobernantes en una suerte de infierno del que no logran salir airosos.

Esta percepción de habernos matado tanto, que enfrentó en los noventa dos pensamientos violentos y autoritarios que terminaron siendo hegemónicos en nuestro pensamiento político, como fue el sangriento choque entre pensamiento Gonzalo y pensamiento Montesinos, siguen vivos hoy en el imaginario popular.

Lo fatal de esta vigencia es que nadie, ni nuevos líderes ni nuevos movimientos políticos, logran salir de este marco de pensamiento proponiendo algo distinto, sino que se aferran a comportamientos que nos siguen desgarrando por dentro, poniéndonos al borde de un ataque de nervios que nos mata de a pocos, sin que reaccionemos a tiempo.

Esta psicopatía que se apoderó de la política peruana los últimos 25 años está viva hoy, y mantiene nuestras heridas abiertas sin resolver los problemas de fondo, llevándonos a una situación de violencia y agresión de la que no podemos salir airosos. La política peruana y su élite gobernante parecen heridas de muerte. No logran entender que estamos encaminándonos a una tanática situación que podría terminar siendo fatal para las nuevas generaciones de peruanos.

Toca a los líderes de hoy, como PPK, Keiko, Acuña y compañía resolver esta encrucijada en la que estamos envueltos. Toca que definan, de una vez por todas, una agenda país que supere conflictos y contradicciones, para dar paso a una serie de reformas que consigan una verdadera inclusión social y económica. Toca que se pongan la camiseta y comiencen a resolver el inconcluso proceso de identidad nacional, lo que requiere que conozcan a profundidad la problemática del país como realidad, abandonando la vieja consigna del Perú como problema, promesa y posibilidad, esa que puso en agenda el historiador Jorge Basadre hace ya muchos años atrás.

La historia reciente nos desgarra. Continúa vigente como realidad que no logramos resolver. Se manifiesta en las tasas de feminicidio y desnutrición que van en ascenso. Se manifiesta en los asaltos semanales que tocan a nuestra clase media y alta sin importar niveles de ingreso ni ubicación territorial ni distrital. Se manifiesta en los temas que los opinólogos destacamos a diario. Se manifiesta en la negación inverosímil de nuestros gobernantes. Se manifiesta en la ausencia de nuevos líderes que tengan dos dedos de frente. Se manifiesta en un populismo autoritario y conservador que toma fuerza frente a las fuerzas liberales de una sociedad jaqueada por el temor.

¿Qué estamos esperando para proponer nuevos modelos de gobierno y liderazgo? ¿Qué estamos esperando para tomar el toro por las astas? ¿Qué estamos esperando para que asumamos las nuevas responsabilidades que nos exige la historia? Solo hace falta decisión política y social. Solo hace falta ponerse los pantalones que sostengan a esos peruanos que realmente sudan la camiseta. Solo hace falta que hagamos un alto en la historia y dejemos de ver al asesinato y la corrupción como los únicos formatos adecuados para gobernarnos. Solo hace falta que dejemos de matarnos tanto.

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