El Perú necesita una política clara y permanente en Gestión de Riesgos si quiere reducir y controlar el impacto de los desastres, y no implementarla cuando nos golpean inundaciones y huaicos. Entendemos por desastre ese desafortunado encuentro entre “amenaza” y “vulnerabilidad”.
Las características de nuestro territorio y el cambio climático son amenazas que exponen a poblaciones asentadas en zonas de riesgo a este peligro. Pero no basta con lamentar su ubicación en zonas de riesgo, la responsabilidad de evitarlo es del Estado. Lamentablemente, aquí en el Perú pasamos de no implementar políticas públicas en Gestión del Riesgo a echarles la culpa a los peruanos por habitar estas zonas. Y lo peor de todo es que muchas veces es la misma autoridad quien alienta la mala ubicación, dándoles servicios, cobrándoles impuestos municipales y otorgándoles títulos de propiedad. Incluso, construyendo escaleras, pistas y veredas, dando un mensaje equivocado e incentivando a estas familias a invertir los ahorros de toda su vida en construir segundos y terceros pisos, que después un evento funesto destruye.
Felizmente, la emergencia empieza a controlarse, gracias a la efectiva labor de fuerzas armadas, policía y bomberos. Ahora toca pensar en la reconstrucción, pero bajo un modelo de Gestión de Riesgos ante desastres. Debemos identificarlos para mitigar su efecto, reforzar infraestructura, equipamiento básico, espacios públicos y viviendas, reconstruyendo lo factible y reasentando lo necesario. Un Plan Integral de Gestión de Riesgos y Reconstrucción para cada localidad afectada, incluyendo estrategias a futuro para reducir riesgos y reconstrucción post desastre.
No funciona cuando gobiernos y sectores “hacen su parte” aisladamente. Perdemos eficacia y duplicamos energía y recursos. Necesitamos una instancia al más alto nivel si queremos una intervención pronta, eficiente y efectiva. Necesitamos un director de orquesta que señale qué realizamos y en qué momento. La instancia que planifique la reconstrucción debe tener brazos fuertes en cada región afectada, estableciendo responsabilidades y una articulación clara entre los tres niveles de gobierno.
Finalmente, recordar que el foco de la reconstrucción son las personas. No reducir el proceso a sembrar cemento. No caer en el error de pensar que reconstruir es hacer cañerías, puentes y carreteras. Necesitamos reconstruir ―ante todo― calidad de vida, y devolver la capacidad de generar recursos a nuestros compatriotas afectados.